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❝We are ironborn. We're not subjects, we're not slaves. We do not plow the field or toil in the mine. We take what is ours.❞
Theon Greyjoy sabía que Eugene no se rendiría a pesar de ver todo haciéndose pedazos a su alrededor. Sabía que su esposa era fuerte pese a todo lo que había y estaba viviendo. Aquella supuesta Targaryen no tendría idea de lo que Eugene Mormont-Greyjoy era capaz.
—Siempre estaré contigo aunque yo haya sido el principal motivo de tus problemas.— Le dijo a la joven mientras le entregaba una daga. — Estaré detrás de ti, cubriéndote.
Le depositó un pequeño y tierno beso en la frente mientras ambos se preparaban para la batalla. Tenían la suerte de que el escenario principal fuera el mar, pues así, como la casa que la unión de ambos representa, el agua les ayudaba a vencer sus obstáculos.
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"What is dead may never die but rises again harder and stronger"
El ejército unido de los pueblos independientes de Westeros aparecía desde el horizonte. Leila Targaryen, por su parte, esperaba pacientemente a la llegada de su principal aliado: Euron Greyjoy. Pese al parentezco que tenía este individuo con Theon y Eugene, fue acusado de alta traición por haberse unido a Cersei Lannister y procrear con ella un nuevo "heredero" al Trono de Hierro.
La escena de batalla era inmensa. Los grandes pastizales de la isla del oso estaban ahora repletos de soldados de las grandes casas de los Siete Reinos y de los batallones rebeldes. Eugene y Theon habían designado a Jaime Lannister para dirigir sus tropas al lado de Eddison Tollett. Todo era una situación de vida o muerte, de rebeldía o de sumisión.
De pronto, inmensas criaturas comenzaron a emerger de las profundidades del océano. Eran krakens, iguales a los del emblema de la casa líder de la rebelión. Eugene simplemente alzó sus manos y el agua comenzó a moverse hasta invadir la costa.
— Todo esto es por haber destruido mi hogar. — dijo firmemente.
No podía permitirse doblegarse por la rabia que sentía dentro, lo único que podía hacer era adquirir fuerzas para vencer a sus rivales.
— ¿Por qué ese empeño en tiranizar a tantos? ¿Por qué esa ansia enfermiza de poder?
A medida que ella hablaba, los krakens arrasaban con el ejército enemigo. Todos temían a la fuerza que tenía la chica y sobre todo, su poder para controlar las aguas y a las criaturas. Al final, muy al final, cuando todo oscurecía, la luz llegó y el ejército insurgente por fin tenía una señal para ocupar el poder por una efímera temporada.
