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El rubio de ojos ambarinos no creía lo que veía, no podía creer que su amiga viviera en esas condiciones. O probablemente le habían mentido pero estaba seguro que ella tenía madre y casa propia pero se encontraba frente a una casa extraña. Aunque a lado se encontrase un orfanato.

La joven castaña seguía durmiendo, parecía que la fiebre al menos empezaba a bajar, pero no entendía como era posible que le pasara tantas cosas. Al tocar el timbre le atendió un chico que parecía ser de 18 años, que al verla entre sus brazos se alarmó y llevó al cuarto de la chica pero en el camino se habían encontrado con una señora que veía extrañada a los recien llegados.

—¿Quienes son, que hacen en mi casa? —preguntó firme y seria.

—Señora Narauki permiso pero luego se lo explicaré no tenemos tiempo que perder —se escusó el chico de cabellos negros empujando al rubio lejos de esa señora, que lo miraba con cierta indiferencia.

Algo le gritaba que no estaba bien estar cerca de esa señora, por mas linda que pareciera, pero casualmente esa señora tenía los mismos ojos de Aien.

—¿Acaso ella es la madre de Naraukicchi? —pregunta susurrando el rubio.

Pero el pelinegro lo ignoró, no quería admitirlo, pero nadie estaba agusto con la realidad de la chica por lo que no tenían ganas de decirlo. Este solo le dio indicaciones.

—Sigue derecho y su habitación encontrarás, volveré con toallas frías para tratar la fiebre, por lo que mas quieras no te acerques a la señora.

Una vez dicho esto, el joven desapareció de su lado al cruzar un marco de puerta. Aquello había extrañado un poco a Kise.

Suavemente dejó en el cómodo colchón pequeño a la castaña de ojos claros. Aien de manera inconsciente había agarrado la ropa de Kise.

—Kisecchu ...no me dejes...

Tan solo un susurro lo había dejado estático, sonriendo tiernamente y a la vez apartando el mechón de cabello marrón que cubría el rostro.

—No me iré a ningun lado, Aiencchi.

Había respondido de la misma manera, llenando su corazón y palabras de las primeras promesas.

Aunque ese momento tan tranquilo fue interrumpido al escuchar que la puerta se habría, Kise pensó que era el chico pero se había sorprendido por la falla, la señora de cabello castaño con los ojos del mismo color había abierto de un portazo, tanto que se preocupó por que fuera lo suficiente fuerte para despertar a su pequeña amiga. Pero no, la vio soñando mas tranquila.

—¿Que desea? Necesita ayu-...

—Despierta a esa maldita chamaca, quiero mi cena. ¿tan arruinada acaso es?

Las palabras bruscas y rencorosas del alma perdido de la señora adulta salieron como veneno puro, impresionando al rubio con ojos ambarinos. Lo había dejado estático, ¿acaso era normal que la familia fuese así? Muy dentro de él, sabía que esto no estaba bien.

—Disculpe, pero no creo que...

—¡Mas respeto! Esa chamaca idiota me debe la vida, la parí, debe cocinar por todo lo que perdí en una inútil como ella.

Nuevamente lo había interrumpido, pero escuchar aquello realmente lo había olestado, y su expresión amable se volvió seria. Para luego levantarse y dejar la mano de Aien reposando en el colchon de la cama. Le estaba faltando el respeto a su propia hija.

—Lamento contradecirla. Pero estoy seguro que ella no tiene la culpa de nada.

Pero esta vez la señora estaba o había llegado muy cerca a él de manera que nisiquiera percibió aquella acción.

Tenme paciencia, ¿si? | Kise RyoutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora