Los tres de siempre

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Estaba a punto de llegar la noche

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Estaba a punto de llegar la noche. El tono anaranjado del sol se colaba entre los árboles del parque y daba la impresión de que el otoño se había adelantado. Ya no quedaba nadie por las calles de la ciudad, marchita a aquellas horas, y las primeras farolas se encendían por el barrio. Cerca de donde estaba situado aquel banco de madera pintado de negro había un pequeño lago, si se le podía llamar así a un pozal de tres metros de largo. Se escuchaba el sonido de los grillos de fondo aunque no se pudiesen ver por ningún lado. Además de los robles y los muros de piedra de los límites del parque, no había mucho más que ver.

—Oíd, chicos. ¿Os acordáis de cuando pasábamos los veranos cazando grillos y saltamontes? ¡Con este grigrí de fondo no puedo evitar sentirme en casa! —Luffy extendió sus manos a los lados y Zoro tuvo que encogerse hacia atrás ya que estaba sentado sobre sus piernas. De todas formas, no puso ninguna queja y se limitó a asentir, con una sonrisa nostálgica en la cara.

—¡Es cierto! Aún recuerdo cómo acabábamos llenos de tierra al llegar a casa y hacían que nos bañásemos con la manguera antes de dar un solo paso dentro. —La risa de Nami acompañó la de Luffy al contar la anécdota y, a pesar de tener el pecho apoyado en el hombro de Zoro, dejó la frente descansando sobre el brazo del otro chico mientras se recuperaba.

—No te veo ahora muy capaz de ponerte con esas aventuras, Nami. Te has adaptado bastante rápido a la vida de ciudad…

—Siento mucho no perderme cada tres calles, Zoro, pero algunos queremos aprovechar el día.

—¿Ah? ¿Qué has dicho? —Zoro agarró de la cintura a Luffy para apartarlo a un lado y tener más terreno para encarar a Nami, que se limitaba a sonreír con malicia y sacarle la lengua.

—¡Venga, no seas un mal perdedor! Si quieres nos podemos bañar los tres juntos como hacíamos en esa época…

El sonrojo en las mejillas de Zoro no tardó en aparecer pero, como siempre, entró en el juego de su mejor amiga—. Oh, ¿de verdad? ¿Qué te parece si lo probamos?

—¿Crees que tu ego podrá soportar el que compruebe que tienes el mismo cimbrel que cuando eras un niño, Zoro?

—¿Qué sabrás tú lo que tengo? A lo mejor te sorprendes… —Y lo guiñó un ojo antes de volver a apoyarse en el respaldo del banco, considerándose el ganador de aquel reto. Como Nami no respondió y solo le cruzó la cara, pudo confirmarlo.

—¡Oye, pues no es mala idea! —Luffy, saltando sobre el asiento que era la pierna de Zoro, parecía ilusionado con aquello—. ¡Venga, seguro que será divertido!

Los otros dos se miraron, entre curiosos y desafiantes. ¿Por qué no? Así fue que emprendieron la marcha a la casa de Luffy. Ese día Zoro y Nami no habían ido al gimnasio, por lo que aún no se habían duchado. Además, siempre estaba el asunto de que había que obligar al de pelo verde a bañarse cada vez que lo veían. Era un desastre para aquellas cosas. De hecho, Nami se había apuntado al gimnasio solo para poder controlar que no fuese a la universidad a la mañana siguiente apestando a sudor. Al final le había gustado y se había quedado, pero el problema siempre era el mismo.

Los tres de siempre; ZoLu/LuNa/ZonamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora