Terribles eran las épocas de sequía en el pequeño pueblo que resguardaba con orgullo al Bosque de los sonidos del viento. Místico y majestuoso, el bosque, se extendía por terrenos diversos, desde largos y cristalinos ríos que murmuraban a todo aquel que durmiera a su lado en una cálida tarde de verano, hasta pedregosos y traicioneros barrancos que se dejaban llevar por las inclemencias que el clima les deparaba en las distintas épocas del año.
El aroma a naranjo y manzanas, poco usual en esa zona, se extendía por todo el pueblo y lentamente se difuminaba mientras más se adentraba uno entre las arboledas en donde se mezclaba con el suave perfume de los pinos y la tierra húmeda. El aroma tan penetrantemente dulce en el pueblo se intensificaba más en épocas de calor, cuando la fruta caía para comenzar a pudrirse sobre el suelo seco y los terrenos de siembra morían lentamente entre coles negras y trigo devastado.
Fue un año en que la tierra, por más que pasaba el tiempo no se recuperaba y los animales estaban tan delgados que ni para comer servían, en que los pobladores guiados por el hambre y la sed se adentraron al fértil bosque en donde los arbustos y árboles resplandecían de verdes y el sonido del río despertaba el cansancio y anhelo de agua.
Derribaron cuanta cosa se ponía en su camino y dañaron a plantas y animales por igual, provocando tanto caos como sólo los humanos podían provocarlo. Tanto terror no fue ignorado por una bruja de tierras lejanas del oriente, quien consideraba el bosque como su territorio. Intervino con carácter propio de los gobernantes y amenazó de muerte a los hombres que ahí se encontraban, los cuales salieron corriendo cual ciervos liberados tras años de cautiverio.
Todos menos uno.
Un sujeto atractivo, vanidoso y fuerte que tras un largo enfrentamiento a voces con la bruja intentó llegar a un acuerdo.
"Bruja forastera, danos la fertilidad en nuestros campos, si es que quieres tenernos alejados de tus tierras, y a cambio te ofreceremos alabanzas y ofrendas cada cambio de estación ¿no crees que es justo?"
La bruja se mantuvo incrédula, rechazando sin pensar la oferta.
El hombre se fue, pero advirtió a la bruja que volverían al mismo punto para encontrarse con ella.
Al día siguiente, a la misma hora y en el mismo lugar, el sujeto, con una enorme carreta tras él, se reunió una vez más con la mujer de obscuros ojos almendrados y volvió a proponer lo mismo.
"Bruja forastera, volví como lo prometí. Una vez más, danos la fertilidad en nuestros campos y te ofreceremos alabanzas y ofrendas cada cambio de estación, similares a la gran carreta con nuestros últimos frutos y alimentos que te presentamos ahora ¿no crees que es justo?"
Ella los miraba con desconfianza. Él sólo sonreía con ironía.
La bruja no tuvo otra opción que aceptarlo e intentar confiar ciegamente en ellos pues ¿qué podía ser mejor que recibir tantos alimentos sin tener que conseguirlos por su cuenta?
Y así fue.
Al caer la última hoja de los árboles, ellos llegaban a las orillas del río con canastas y carretas de comida. Ella los recibía y volvía a su hogar satisfecha de una temporada más completamente fructífera. Era como una diosa, jugaba a eso y le encantaba.
Los años pasaron, las generaciones perecieron y de la bruja quedó como promesa una hija, fruto del deseo que aquel hombre, soberbio y atractivo, causo en ella tras tantos años de cumplir con su deseo de supervivencia. La bruja creció y de su madre absorbió todo el conocimiento posible hasta que finalmente la dejo sola, siendo ella la siguiente encargada de mantener la fertilidad de los campos, la gordura de los animales y el aroma dulce de los árboles de naranja y manzana.
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Bosques y brujas
FanfictionDe un pueblo con olor a naranja y manzana, sale un chico en busca de la bruja del bosque para pedirle un favor. Un deseo que lo orilla a un viaje agotador lleno de obscuridad, anécdotas y anhelos. ¿A qué los llevará este viaje?