Rosa: Si me dejas ir. Parte 1.

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Gracias a Sthefynice por el fabuloso beteo (desde que la conocí nunca me confío de mi ortografía) y a SpaceGirl por las hermosas portadas que edita con tanto empeño para una aprovechada como yo. Amor para ustedes, chicas.

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Rosa: Si me dejas ir.

Parte uno.

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"Si sigues sangrando, déjame decirte que eres uno de esos afortunados. Porque algunos de nosotros se nos ha prohibido el sangrar."

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Había empezado la época de floración de las junimoras, un espectáculo que la granja McClain celebraba con pompa, poniendo una mesa larga en el patio trasero, decorando los árboles con luces y vistiéndose con ropa para la ocasión que combinara con la primavera.

Por algún capricho, la madre de Lance insistió en invitarlos a todos ese año y, naturalmente, nadie se pudo negar. Inevitablemente, Resultó ser una de esas reuniones que Keith no pudo saltarse, aquellas que eran importantes y significativas. Así que allí estaba él, visitando por lo que tal vez sería su quinta o sexta vez la granja McClain, con un bolso de viaje en el hombro y el peso de una culpa inexplicable en el pecho.

—¡Llegó Keith!— escuchó que Nadia, la sobrina menor de Lance, gritaba desde una ventana. Keith terminó de desbordar de su nave caza, perfectamente alineada junto a la que se suponía era la de Hunk, cuando la madre de Nadia la reprendió.

—¡Es tío Keith para ti! ¡Respeta a tus mayores! ¡Y ponte zapatos!

Ángela, la madre de Lance, salió desde el corral de las gallinas con una gran cesta de cereales y la sonrisa más sincera que sus labios podían formar en su rostro.

—¡Mijo!—ella gritó a toda voz, mientras Nadia y Silvio corrían al encuentro de Keith— ¡Keith ya llegó!

La familia McClain era ruidosa y descuidada, pero su granja, el sonido de sus animales y la suave brisa que acariciaba la faz tranquila de sus alrededores, eran un espectáculo para Keith. Amaba ese lugar, quieto, acogedor e íntimo, nada en él parecía inestable o peligroso, nada allí hería... sólo, tal vez, una cosa.

—¡Tío Keith!— Silvio se estrelló contra el pecho de Keith apretándolo en un abrazo fuerte; para tener 12 años, el chico apretaba duro. Keith devolvió el abrazo con timidez, Nadia fue la que le haló de las solapas de su chaqueta para estamparle un beso en la mejilla, como la señorita coqueta de 10 años que era.

— Te hemos esperado todo el día—ella canturreó, tomándolo de un brazo a la vez que Silvio seguía pegado a él como una garrapata.

Keith le sonrió, notando por primera vez la corona de flores alteanas que ambos niños cargaban como adornos para las festividades.

La sonrisa de Keith flaqueó, sí, amaba la granja McClain, pero había cosas en ella que le impedían sentirse cómodo. Porque incluso hasta allí llegaba la influencia de Allura, serena y perfecta, inundando todo con su presencia.

Recordándole que, desafortunadamente, nunca encajaría en ningún lugar que Lance llamara hogar.

—¡¿KEITH?!

Hubo un ruido estremecedor de charolas al caer, una vaca mugió, alterada, una tanda de insultos fue dicha en voz alta por una voz familiar y al minuto siguiente Lance salió del granero con paja en la cabeza, la camisa abierta con una sudadera abajo y las botas empapadas de leche fresca.

Si Me Dejas IrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora