Si Me Dejas Ir

Rosa: Si me dejar ir. Parte 2.

Gracias SpaceGirl por la edición de la hermosa portada y a SthefyNice por el beteo.

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Rosa: Si me dejas ir.

Parte dos.

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"Atrapados en los recuerdos de los que sufren por egoísmo"

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Finalmente, Keith tomó su decisión un día después de la boda, cuando regresara al comando central en Daibazaal. Vrokak lo flaqueaba a un lado cuando bajó de la nave, no había nadie para recibirlos a aquellas horas más que el control de rutina, y en consecuencia, el camino hacia su habitación se mantuvo silencioso, un pequeño regalo que volvió más llevadera la batalla interna de Keith.

Cuando llegaron hasta la puerta, Vrokak se inclinó para despedirse, y Keith tuvo una resolución que lució implacable en sus ojos violetas.

—Quédate está noche—le dijo, en voz alta—. Reposa en mi lecho como lo hacen los amantes, y alimenta tu alma hoy de mi cuerpo. Prapit iba, ch'ke.

La tradición estaba completada, el cortejo finalizaba con el canto de los ancestros y era así como Keith lo había decidido. Había seguridad en su postura y determinación en su expresión.

Feroz, tal como lo era su especie.

Vrokak sonrió como simple respuesta, su suave gesto fue un bálsamo para el corazón de Keith, que latía con furia y terror, atrapado en su caja torácica junto a dos pulmones que no funcionaban bien y un estómago magullado por la emociones.

Entraron a la habitación, juntos. Una pequeña salita comedor iluminada por la leve luz de respaldo los recibió, silenciosa, mientras Vrokak dejaba caer su ropa al piso y con manos amables quitaba las de Keith. La piel estaba caliente y los labios, felposos contra los del otro, anestesiaron a Keith de la profunda sensación de incorrección y falta con la que su cerebro saltaba a cada toque.

Intentó no oír la voz picante de sus sentidos gritarle. En vez de ello, guió a Vrokak a su cama, en donde el galra se sentó, besando cada una de las cicatrices que adornaban su cuerpo con reverencia. La de su hombro, cuando lo recostó sobre el colchón, la de su mejilla derecha, después de besarle en los labios, otra entre sus muslos cuando los acarició.

La piel de Vrokak ardía por la pasión y en sus ojos reverberaba el deseo, uno real e inquietante.

La excitación lentamente se elevó, la piel resbalaba al rozarse y los suspiros se entremezclaron, vaporosos y febriles. Era casi gracioso como Vrokak pudo cubrirlo todo, darle tal seguridad al eclipsar el resto del mundo sólo con inclinarse sobre Keith, cómo una de sus manos abarcaba la mayor parte de su cintura al guiarlo en un lento vaivén acalorado, la facilidad con la que guió todo y pudo abandonarse a la abrumadora sensación, que lo engañó por breves instantes hasta convencerle con su ponzoñoso sopor.

Hacía lo correcto, eso creía.

Lo veía en esos ojos.

Esos ojos azules.

Vrokak tanteó en los estantes cerca de la cama hasta conseguir una botella de un líquido más o menos apropiado para el trabajo, le besó con ternura en uno de sus hombros mientras trabajaba con susurros apaciguantes que le prometían más placer y comodidad, promesas sublimes y únicas que endulzaban su consciencia.