Capítulo 1: La corona no ganada

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¿Por qué son ustedes, lacedemonias, las únicas que dominan a los hombres?

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¿Por qué son ustedes, lacedemonias, las únicas que dominan a los hombres?

Porque somos las únicas que dan luz a los hombres. Gorgo, reina omega

Cuenta la leyenda que los omegas son los hijos que Artemisa, diosa célibe de la caza, no podía tener. Es por esto que para proteger a sus amados seres les dotó de una protección especial, todos en su cuello portaban una marca de un arco y una flecha que los protegería del enlace con un alfa que no fuera digno. Para deshacer esa marca los alfas debían juntar siete coronas de laureles que debían ser puestas en la cabeza del omega para probar su valía ante ellos.

Junto a su hermano Apolo, crearon las Gimnopedias, los juegos juveniles desnudos. Estos juegos tenían siete categorías y en cada una de ellas, si ganabas la final, podías obtener una corona de laureles. Pero no era fácil, los alfas, los hijos queridos de Apolo, debían derrotar al omega más poderoso en aquella prueba. Los omegas se especializaban en una prueba y entrenaban años para ser el mejor en ella, los alfas debían entrenarse en las siete, por lo cual era todo un desafio competir contra los especialistas. Es por esto que a los 7 años comenzaban a entrenar para los Gimnopedias y para la guerra.

Viktor tenía 7 años cuando fue separado de sus padres y enviado a los campamentos de entrenamiento. Al menos no iba solo, su amigo Georgi y Agora iban con él. Dejar sus ropas de niñez para andar desnudo a la intempere no fue problema,ya estaba acostumbrado a ello. No fue así para Georgi quien se quejó por mucho rato de eso. Pero lo lamentó cuando raparon su hermoso cabello plateado y le dieron apenas una capa llamada himatión con la cual debían protegerse del invierno y dormir en un colchón hecho de juncos rotos, no obstante él sería valiente, sería el mejor soldado espartano.

Los entrenamientos de caza y pelea eran a diario. Primero fueron moretones por montón, heridas varias. A veces, durante las lluvias, en aquellos días en que no conseguían cazar más que una liebre para alimentar a más de tres personas eso no era nada, el frío lo hacía querer llorar, pero no pensaba rendirse, daría orgullo a su madre.

Ellos no estaban en el mismo campamento que los omegas, cuando estuvieran listos recién se unirían en los primeros juegos. Viktor era muy bueno en ellos, a los 10 comenzó a participar en sus primeros Gimnopedias y había logrado sus tres primeras coronas de laurel ese primer año. A sus 18 tenía seis de las siete coronas necesarias para casarse con un omega, pero esa séptima le era arrebatada todos los años por un niño gordo y paliducho especialista en lanzamiento de disco. Ni siquiera era lindo, se notaba que aún no le llegaba el celo.

Y hablando del celo, este le llegaba a todos los alfas hasta los 18 años. Una vez que a todo el grupo le llegaba el celo podían entrenar con los omegas, esto para que las hormonas no afectasen en los entrenamientos. Por esto que cuando a los alfas les llegaba el celo había problema. O usaba esas feromonas y agresividad para un combate o se acostaba con uno de sus compañeros. Viktor la había tenido difícil cuando su celo llegó en medio de un combate; luchar con una erección fue complicado, aunque quizás lo fue más para su compañero cada vez que sentía la dureza del chico en su cuerpo o de plano le chocaba el rostro con ella en medio del fragor de la lucha. Si bien fue incómodo, al menos tuvo el consuelo que no fue como Chris, un alfa unos años menor, que llegó su celo en medio de una orgía, algo que no le gustaba recordar, ver eso no es algo que desees a los 15 años.

EspartaWhere stories live. Discover now