¿Un cuento? (¡No sé contar un cuento!)

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El 14 de febrero, día del amor y la amistad, ¿Por dónde iniciar? Ah, sí... El día comenzó y los niños llegaban poco a poco, se les orientó a los padres que le pusieran una prenda de color rojo en alusión a la celebración. Se veían tan lindos con sus camisas rojas, todos uniformados, incluso los maestros y demás trabajadores. Todo iba bien.

8:00 am: "hora del cuento"  Esta actividad es dirigida por doña Lupe, siempre, y consta en cantarles canciones, leerles un cuento y hacer preguntas referentes a la historia leída -tiene como finalidad desarrollar el vocabulario y funciones cognitivas como: el pensamiento, lenguaje, percepción y memoria-.  

-Doña Lupe: Cindy, da la hora del cuento vos, yo estoy haciendo unas manualidades para que los niños se las lleven a su casa, de recuerdo.

-Esta bien, yo lo hago. -¡¿Qué acababa de decir?!-

Estaba aterrorizada, ¿pero por qué?  Eran sólo niños. Desde que puedo recordar jamás me gustó hablar en público,  los nervios siempre controlaban la situación hasta que terminaba haciendo el ridículo.

No quedaba de otra, me dirigí a los niños y me dispuse a contarles un cuento, con ayuda de Julia ordenamos a los niños en un círculo y al frente me encontraba yo -con la menten en blanco-, todos nos sentamos, sus ojos me miraban fijamente. Empecé, abrí el libro, era el cuento del Dinosaurio que no le gustaba compartir.  

-¡Buenos días, niños! Hoy les estaré leyendo el cuento del dinosaurio y sus amigos. 

Comencé a leer, pero, no me prestaban atención, algo estaba mal... ah sí, yo no tenía técnica, mi lectura era aburrida. Doña Lupe era todo lo contratio, era alegre, dinámica y lograba capturar su atención. 

No sabía que hacer, estaba siendo ignorada por niños. 

Me puse de pie y comencé a dramatizar el cuento, me sentía completamente ridícula, pero funcionaba, los niños escuchaban atentos mis palabras, sus ojos fijamente en cada movimiento que hacía, y así el miedo poco a poco se fue. Ese día me diverti mucho, disfrute hacer reír a los niños, y creo que ante los ojos de cualquier adulto tal vez hice el "ridículo" pero al ver las caras de asombro y felicidad de esos pequeños vale la pena. Entendí que esta bien hacer el ridículo de vez en cuando. 

Aprendí a dejar aún lado el miedo, ese que me perseguía desde años atrás, aún me falta mucho que mejorar pero, me ha gustado hablar en pubíblico. Gracias a mis pequeños. 

El miedo es la mayor discapacidad mental sino lo sabemos controlar. 

Hoy te reto a que intentes ver tus miedos desde otra perspectiva, ¿qué estas perdiendo por dejar que el miedo te domine y que podrías ganar si superas ese temor?

Hasta acá la anécdota de la semana. ¡Feliz Martes!

Anécdotas de una maestra-principiante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora