Toqué la puerta de su habitación y abrió sin revisar, debió creer que era su amigo Random, pero no, era yo, un joven de sangre caliente y neuronas inservibles. Acababa de bañarse y se había puesto una delgada bata blanca; su cabello humedecido estaba peinado hacia atrás (en la oficina siempre había visto sus mechones platinados cayendo sobre su frente); aún podía ver las gotas de agua acariciándole el cuello, bajando por el entrecruce de la tela hasta la comisura de su pecho; lo único que enmarcaba su rostro eran esas pestañas larguísimas que nunca dejaba ver. ¿Acaso su cara siempre fue tan afilada? Sus acotadas pecas no eran más que una señal de lo joven y delicado que era, en ese momento le hacían lucir como la más tierna de las criaturas. El miedo con el que me vio cuando irrumpí de forma abrupta en su cuarto de hotel provocó un corto circuito en mí; me sentía poderoso, pero no para tomar lo que yo quisiera sino para entregar todo ese poder a él. Yo parecía un auténtico loco, jadeante y sudoroso, pero aun así no me corrió de la habitación, se sentó en la cama y me hizo una seña para que me sentara a su lado, puso su mano en mi frente y resultó que estaba hirviendo en fiebre. "Estás enfermo, sólo enfermo te atreverías a venir aquí. Ran no va a regresar al cuarto, si gustas puedes ocupar la otra cama. Los demás muchachos de la oficina deben estar cayéndose de borrachos", me dijo, mientras regresaba al baño para vestirse. "¿Por qué me cuidaría?", me cuestioné, ahora comenzaba a creer que todo lo que sentía no era más que producto de la enfermedad.
Sekai siempre fue el más sensato de los dos, lo que pasó esa noche él lo había querido desde hace más tiempo que yo, pero tardé demasiado en entenderlo, en comprender que era imposible que fuésemos amigos, los amigos te acompañan a beber o te dan una pala cuando necesitas enterrar un cuerpo, él evitaría que me metiera en problemas y haría lo que fuese necesario para mantenerme a su lado. No podíamos ser amigos, pero debíamos ser algo, algo más profundo, tan profundo que quedase tatuado en nuestras almas. Cuando abrí los ojos en la mañana, la fiebre se había ido, era como si me hubiese desecho de toda la porquería que guardaba en mi interior. Aquel estallido final había exorcizado los demonios perversos que habitaban dentro de mí. Lo vi recostado a mi lado, lo admiré, lo contemplé, lo recreé pedazo a pedazo; ya no era el muchacho escuálido y raro que meses atrás había suplicado por un trabajo de medio tiempo en la empresa de mi familia, era delicado y considerablemente dulce, difícilmente alguien creería que el mismo chico acababa de dejar mi espalda cubierta de rasguños y mi pecho enrojecido por sus múltiples mordiscos. El calor de la mañana era intenso, por lo que las sábanas terminaron abrigando el suelo. Sekai descansaba plácidamente entre mis brazos con su cuerpo desnudo y, al menos a mis ojos, perfecto. Se veía tan endeble, era como una flor que podía deshojar con un leve soplo, y ahí, mientras dibujaba un camino circular alrededor de su ombligo con mi dedo, reconocí la fragilidad que lo convirtió en mi victima en un principio. No permitiría que nadie volviera a lastimarlo jamás, ese día le juré al universo que lo protegería de todas esas personas que intentaban hacerle daño.
¿Cómo fue que llegamos a esto?

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Traduciendo el Amor
Roman d'amourNovela corta de amor entre chicos cuyos personajes se basan en páginas de fansubbers y scans del género Yaoi, los cuales otorgan sus nombres, personalidades y características particulares a cada integrante de la trama. La historia gira en torno al e...