La perfección y el Otro Yo

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¿Has conocido alguna vez la perfección? ¿No? Jajaja, obvio no la has conocido. ¿Sabes por qué? Porque YO soy la perfección y ahora, quieras o no, te voy a contar mi historia. O al menos parte de ella porque no creo que te interese saber cómo nací. En fin, he aquí la historia de la persona más perfecta que existe en este mundo.

Yo soy perfecto desde que nací. Mi madre en el parto no tuvo dolor y casi ni sintió contracciones. El médico casi no tuvo ni que esforzarse porque yo salí prácticamente por mi propia cuenta. Era un bebé saludable, con el peso adecuado, mejillas sonrojadas. En fin, como ya dije y ahora reiteraré, yo fui perfecto desde que nací.

A los tres años mi perfección era tal que ya sabía leer y escribir, como buen superdotado que soy. Así que crecí como un niño que gozaba de salud, todos me alababan por mi conocimiento, los niños de mi edad, incluso los mayores, me seguían y había formado un grupo donde el rey era yo. ¿Quién más sino? La escuela fue muy aburrida. Los profesores estaban muy por debajo de mí, así que opté por estudiar los libros de mis hermanos mayores. A los 10 ya dominaba los logaritmos y las ecuaciones más complicadas. Alguien con un coeficiente intelectual tan alto no podía seguir el ritmo de los otros estudiantes, así que a los 18 ya me había graduado de la universidad en la especialidad de Economía. Una año después ya era master y doctor.

Ahora dime, no crees que soy lo mejor que existe. ¿Si? Claro, porque ya te lo había dicho, yo soy la perfección materializada.

Ahora tengo 23 años y trabajo una de las empresas de mayor prestigio de mi país. Dicen las reglas que la entrada es a las 8 de la mañana, pero bah, la estrella siempre llega tarde, por lo que son las 11 de la mañana y recién estoy levantándome. Anoche estuve en una de las mayores fiestas (a la que fui invitado como "VIP", obviamente porque soy una personalidad) y la verdad es que no recuerdo ni como llegué. A ambos lados de mi dormían dos mujeres que jamás había visto. Me levanté, quité las sábanas y las expulsé de mi pequeña habitación. Lancé sus ropas al pasillo y que allí se cambiaran si querían. Mentes tan simples e interesadas no podían respirar mi mismo aire.

Abrí las puertas del aparador ubicado a los pies de la cama, tomé uno de los trajes de corbata y me vestí. Fui al pequeño compartimiento al lado de mi cuarto donde estaban en un módulo pequeño la cocina, comedor y sala de estar. Tomé una tostada de quién sabe qué día, llegué a la puerta y tomé el pequeño gorro allí colgado. Terminé de comerme la tostada y me miré en el espejo colocado a mi izquierda. "Perfecto", pensé admirando lo bien que me quedaba el conjunto. Ahora bien, seguro te preguntarás, ¿Por qué el ser más perfecto de este mundo vive en un cuarto donde todo está comprimido, las ropas descansan en el piso y prácticamente no hay ni comida? Pues aquí te traigo la respuesta: Porque me da la gana, no quiero vivir en un lugar grande, me comporto como quiera y donde quiera y todos deberían de estar agradecidos de compartir conmigo.

Cuando terminé de admirarme el reloj en mi muñeca marcaba las 12:30. O sea, llevo más de media hora mirando lo brillante que soy en un espejo. Genial. Abrí la puerta y para suerte mía, las chicas ya se habían ido y en el pasillo del edificio no había nadie que obstruyera mi camino. La escalera era un tanto larga e incómoda y abrazaba un patio interior donde usualmente niños molestos gritaban. Pero como yo gozo del apoyo y la suerte del mundo, hoy estaba vacío. Mi cabeza dolía por la resaca de la noche anterior, pero como mi mirada y aspecto no se verían afectados por este, no mostraba ninguna expresión que arruinara mi imagen. Perfección pura. Así bajé dando largas zancadas y con el aire de superioridad que me caracterizaba.

Cuando salía al exterior el aire caliente golpeó mi cara y mis abundantes rizos bajo mi sombrero se movieron salvajemente. Doblé a mi izquierda y caminé recto, pasando largas manzanas. Caminaba con las piernas un poco abiertas y con un paso lento justo en el medio de la acera. Las ingenuas personas que aún no conocían la personalidad con la que caminaban chocaban conmigo para luego disculparse, o bien esperaban como si yo fuera a disculparme por sus errores. No entiendo por qué, si me ven, no se apartan. ¿Será que esperan que lo hiciera yo? Ja, pobres ingenuos.

El Otro YoWhere stories live. Discover now