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- ¿Te gusta?

- ¡Me encanta! ¿Es para mí?

- Claro que sí.

Se acerca para besar mi mejilla mientras sigo observado el dibujo entre mis manos. Max realmente es bueno dibujando.

- Si algún día escribo un libro, tú te encargarás de las ilustraciones.

- Gracias, pero no dibujo historias para niñas.

Estamos en su habitación mientras la celebración de aniversario de sus padres sigue a todo volumen en el piso de abajo.

- ¿Perdón? - pregunto molesta.

- Tus cuentos - me señala - son historias para niñas y ya eres una adulta, querida Charlie.

- ¿Me estás llamando inmadura? Porque tus dibujos - lo señalo a él - tus animes son caricaturas para niño, NIÑO.

Enfatizo mis palabras haciendo que Max me mire con el ceño fruncido. Porque si, éste es un tema delicado entre nosotros.

- ¿Cómo puede ser posible que aún creas en princesas?

- ¿Cómo puede ser posible que aún veas dibujitos para niños?

- ¡No son dibujitos!

- ¡Pues no son cuentitos de princesas!

- Soy dibujante - sonríe con burla - Es lo que hago, hacer dibujos.

- ¡Qué maduro suenas! ¡Por Dios! - me burlo también.

- ¿Ahora te molesto yo?

- ¡Tú empezaste! - me quejo.

- ¡Era una broma!

- Pues eres peor bromista que dibujante - le reclamo.

- De todas formas, las princesas no existen.

- ¡Claro que existen, tonto! Hay princesas en Inglaterra, en España, que Noruega, en Arendell...

- ¡Eso ni siquiera existe! - se ríe de nuevo.

- ¿Lo ves? ¡Lo único que haces es provocarme para que te grite!

- ¿Provocarte? - arquea ambas cejas sorprendido.

- No voy a discutir, no voy a discutir... - repito para mí misma.

- Pregúntale a quien quieras, te dirá que tengo razón.

- No. Voy. A. Discutir. Con. El. Niño - gruño apretando los dientes.

Tomo el dibujo que me regaló y salgo de su habitación furiosa, casi siento el vapor saliendo de mis orejas mientras bajo a buscar a mamá.

- Ya me quiero ir - le grito.

- ¿Por qué? - voltea a verme - Aún no se acaba la fiesta.

- ¡Quiero irme ahora!

- Ay Charlie, ¿podrías esperar un poco?

- Me voy caminando, te veo allá.

Giro sobre mis talones y camino hasta la puerta de la entrada, pasando junto a Max que viene bajando las escaleras.

- ¿Charlie?

Me llama pero lo ignoro. ¿Llamarme inmadura? ¿Niña? ¿Infantil? Levanto la barbilla con orgullo mientras salgo de la casa hasta el jardín delantero.

- ¡Charlie!

Grita Max pero de nuevo no me detengo. Hasta que me doy cuenta que el horrible auto rojo de Nate está en la entrada, con él y Di adentro, besándose. Mierda.

Intento pasar desapercibida, pero los gritos del niño y mis pasos furiosos los alertan. Camino más rápido, pero mi mejor amiga viene hasta mi.

- Hey, ¿qué pasa?

- Nada, lo siento por interrumpir - digo mientras sigo caminando - vuelve a lo tuyo Di.

- ¿Pero a dónde vas?

- Me voy a mi casa.

- ¿Por qué?

- Porque me duele la cabeza, ya me aburri de la fiesta y... - Max me interrumpe.

- No te vayas, ¿podemos hablar?

- No, ahora no. Solo quiero ir a casa.

Diana me mira y luego a Max, así que estoy segura que en su cabeza ya creó toda una historia de lo que pasó entre nosotros.

- Nate y yo te llevamos - dice finalmente - íbamos para mi casa.

- ¿De verdad?

Pregunto hacia ella y luego a Nathan, que está recargado en el capó de su horrendo auto. Levanta un pulgar de su mano y me hace una seña para que suba.

- Andando - dice Di y toma mi mano.

Me subo a la parte de atrás del auto, pero Diana no regresa el asiento a su lugar, sino que se gira para mirar a Max.

- ¿Tú no vas? - le pregunta.

- Ahh - balbucea - si, si voy.

- Diana - le gruño bajito.

- No seas llorona Charlie - susurra de vuelta.

Max entra por el lado de Diana y se sienta junto a mi. ¡Rayos! Qué difícil es estar molesta con él cuando lo tengo sentado a mi lado, con cara de cachorro triste.

- No me convences - le digo bajito.

- Por favor - su boca se estira en una mueca triste.

- No.

- ¿Por qué no?

Nate acelera su ruidoso y viejo auto por la calle, retumbando en las pobres casas de los vecinos.

- Porque este es un asunto importante para mí, tal vez para ti no lo sea, pero para mí sí. Y será estúpido, pero es en lo que creo. Si discutimos ahora por cosas como ésta, ¿cómo será cuando tengamos verdaderas diferencias de opinión?

- Lo resolveremos - dice con un tono de duda.

- ¿Cómo? - insisto.

- Hablando - encoge sus hombros.

- ¿De qué?

- De lo que sea que nos moleste, por Dios Charlie, de verdad estás haciendo un drama.

- ¿Un drama? - bufo.

Puedo escuchar perfectamente a Diana suspirar y Nathan discretamente sube el volumen del radio. Lo bueno para mí es que mi casa no está tan lejos de la suya.

Cuando Nate estaciona en la acera, empujo su asiento para que se levante y me deje salir. Apenas lo hace, salgo disparada hasta la puerta.

- Gracias por traerme - gruño molesta - ahora llévate al niño.

- ¡No soy un niño! - me grita Max desde el auto.

- Ok-ey - balbucea Nate.

- Llévatelo Nathan, ¡ahora!

- ¡Si! ¡Ya nos vamos! ¡Adiós Charlie!

Sube rápido a su auto y enciende el motor para continuar con su camino hacia la casa de Diana, con su hermano menor como chaperón.

Cierro la puerta con seguro y subo hasta mi habitación. Antes de que se maltrate, guardo mi bonito dibujo en el plástico protector y guardo la carpeta.

La puerta de mi clóset está abierta, así que desde mi posición puedo ver el regalo que compré para el cumpleaños de Max. Le doy un vistazo rápido y cierro la puerta antes de echarme a mi cama a llorar.

Mi primera pelea con Max y ya soy un mar de lágrimas. ¿Se supone que esto sea así? ¿En las buenas relaciones también sufres?

Porque si esto es así, me doy cuenta de que a pesar de haber leído cientos de historias románticas, no sé nada sobre el amor.

El Cuento de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora