Parte Unica

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¿Una flor marchita puede volver a florecer?

...

Era cierto, tener un hijo a los veinte años era muy difícil. Las personas te juzgaban y miraban feo, haciendo comentarios sobre irresponsabilidad y más cosas; para la gente era muy fácil hablar, aventar una piedra y esconder la mano. Tuvo muchas dificultades con su pequeño, pero siempre tuvo el amor de su pareja y el apoyo de sus seres queridos. Fue como pudieron salir adelante.

—Hola, pase, por favor, justamente acabamos de iniciar.

El joven asintió, mirando a todos a su alrededor, notando algunas sillas vacías. Se sentó al lado de una señora de cabello negro, lacio y corto, que apenas le rozaba sus hombros.

Había cerca de quince personas en aquella habitación, era acogedora, pero se sentía el ambiente triste, melancólico. Se sentía... la pérdida. Su vista recorrió aquella sala, había algunos que venían en pareja, otros estaban solos. Había gente grande y algunos jóvenes.

Muchos lucían ausentes, carentes de esperanza. Y sin embargo, había otros con una sonrisa y expresión suave.

—Hay varios nuevos, así que explicaré brevemente la función de este grupo. —Al parecer aquella señora era la oradora, la fundadora de dicho grupo—. Desde hace cinco años que decidí formar este espacio para que ustedes sean capaces de compartir ese dolor, de sanar las heridas abiertas. Cada perdida es personal, el duelo lo es. Pero eso no significa que hay que estar solos —sonrió ampliamente, mirando a cada uno de los invitados—. Sin embargo, no todo es melancolía. Aquí también se cuentan anécdotas felices. Ustedes deciden.

>>Sé que muchos tendrán... miedo de hablar, así que seré la primera. A menos de que alguien quiera ser quien comience. —Hubo silencio, por lo que la señora asintió y sonrió. Era alguien mayor, se notaba en sus rasgos, aunque su mirada transmitía cierta calidez—. Me llamó HyoYeon. Mi esposo y yo tuvimos una hermosa niña llamada SooYeong. Ella era muy inteligente, le gustaba bailar; decía que quería dedicarse a ello. Cuando ella tenía 16 años fue secuestrada y asesinada. Fue una semana antes de su cumpleaños. Este año se cumplen siete años de su muerte.

Los ojos de HyoYeon estaban cristalinos, pero su sonrisa no flaqueó, ni tampoco se cortó cuando una señora salió hecha un mar de lágrimas, alegando que no estaba lista para aquel paso. Al parecer HyoYeon estaba acostumbrada a ver aquellas reacciones.

Él entendió a la señora que huyó, sus manos estaban hechas puños. Nervioso.

—¿Alguno de los nuevos quiere hablar? —Los ojos de HyoYeon lo encontraron y desvió la vista—. ¿Les gustaría compartir su experiencia, matrimonio Kim?

—C... claro —habló un hombre de tez ligeramente bronceada, que tenía de la mano a un chico de ojos grandes, los dos lucían jóvenes—. Soy JongIn, él es mi esposo; KyungSoo —el mencionado hizo un asentimiento con la cabeza, pero no habló—. Teníamos a una pequeña de un año. Su niñera la envenenó, cuando nos dimos cuenta era demasiado tarde —se escucharon varias exclamaciones de sorpresa, acompañado de un sollozó de parte del de piel blanca que era esposo de JongIn.

—De eso ya dos años —habló el de ojos grandes llamado KyungSoo con voz ronca por el repentino llanto.

MinSeok se disculpó y salió.


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El clima se sentía frío y desalentador. Nada diferente a los últimos tres años. Aunque se suponía que ahora debería tener cierta paz.

Volver a nacer «LuMin»Where stories live. Discover now