II - Lorena y sus padres

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Lorena Servía la leche mientras Valeria hacía unos emparedados de jamón y tomate, no hablaban, pero no era incómodo para nada, se miraban y reían o ampliaban sus sonrisas y tal vez era una escena rara, dado que siempre que estaban juntas no paraban de hablar o al menos Valeria no lo hacía, en sus propias palabras "parecía que de niña solo le daban de comer loro" y por eso era extremadamente habladora, sin embargo en esa ocasión todo fluía en silencio con una naturalidad única, como si esa fuera su rutina diaria...

 —No me entra ni un gramo más de comida.

Valeria alzó la mirada hacia su compañera.

—A mí tampoco  —Rio— ¿debes hacer algo ahora?

—No exactamente, pero creo que debería ir a mi casa antes que mis papás encuentren raro que no esté ahí...

—Cierto... ve, yo lavo todo.

En ese preciso momento algo había reventado, algo se había encendido, tal vez la realidad, la maldita y condenada realidad. Ya no estaban tan alucinadas y un ligero aire de tensión comenzó a llenar el ambiente llevándose la naturalidad que a su vez era remplazada por sonrisas falsa e incómodas, más parecidas a una mueca que les costaba mantener.

—Está bien... gracias... por todo...

Su salida  había sido en realidad una huida, ambas lo sabían, pero siguieron haciendo la peor actuación de normalidad que podían hacer.

"¿En qué estaba pensando?", tanto Valeria como Lorena se reprocharon mentalmente una y otra vez, más aun cuando pasados los días dejaron de verse y el ánimo de ambas decaía por las dudas y recuerdos que las invadía, haciendo que tres pisos se sintiera como una enorme distancia.

—Lore, mi amor, ¿estás bien? —preguntó su madre durante el almuerzo varios días después, a lo que ella se limitó a forzar una sonrisa y asentir—. Hace días parece que estuvieras preocupada por algo, cariño... en cuanto estés lista, no dudes en conversar con tu padre y conmigo, estamos para lo que necesites, ¿sí?

Sin saberlo o tal vez sabiéndolo exactamente por aquello de conocer a su hija de toda la vida, había dicho justo las palabras que aquella joven de 21 años necesitaba oír, el peso de cada palabra la hizo meditar el resto de la tarde hasta que logró tomar una decisión, la cual llevó a cabo esa misma noche.

Lorena se acercó con timidez al sillón en el que sus padres veían televisión cómodamente.

—Papá, mamá... necesito hablar con ustedes.

Estaba decidida, sí, pero el estómago aún lo tenía hecho un nudo, tal vez era su imaginación, pero podía sentir claramente como sus tripas se retorcían por dentro y como algo se atracaba en su garganta, haciendo que emitir el menor sonido fuera doloroso. Su padre bajó el volumen de la televisión y la invitó a sentarse, ambos la miraron atentamente y en silencio, mientras ella no podía dejar de lado sus señales de nerviosismo, señales que rápidamente cayó en cuenta, se le habían pegado de Valeria, como jugar con sus dedos o morderse el labio,ella nunca había tenido esas manías. La imagen de su amiga inundo sus pensamientos por un momento por lo que sonrió inconscientemente, mientras más pronto terminara con sus padres, más pronto la vería, necesitaba arreglar todo con ella y esperaba aún estar a tiempo.

—Bueno... yo...

Se maldijo mentalmente, su voz no solo era temblorosa, además estaba tartamudeando.

—Tranquila, cariño, prosigue—alentó su padre.

Ella asintió e intentó relajarse respirando profundo.

—A mí... me, me gustan las chicas.

Involuntariamente su volumen había bajado poco a poco.

—Entonces, ¿eres gay? —intervino su madre con un tono tranquilo.

Departamento 5CWhere stories live. Discover now