Capítulo 2 El castillo

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—Mira eso —Alicia se paró, y señaló a una plaza circular enorme. En el centro destacaba una mesa con espacio para un montón de personas y alrededor unas gradas con muchísimo más espacio, seguro que podría reunirse gran parte del reino allí. Toda la plaza se encontraba rodeada de tantalitas, y su color grisáceo relucía, comparado con el desgastado beige de las columnas que sostenían las gradas. —¿A qué es impresionante?

—¡Uau! Es preciosa. ¿Para qué sirve esta plaza? ¿Se celebra algo aquí? —pregunté y me quedé con la boca abierta.

—Aquí se realiza el Concilio Bisiesto, no es tan interesante como lo hace parecer esta plaza, pero si es muy importante. —La miro sin saber de qué me está hablando. —El Concilio Bisiesto es una reunión para crear las leyes, en la mesa se sienta el rey y su corte, un representante de cada una de las familias nobles y un representante del pueblo; que ese se elige unas semanas antes del Concilio Bisiesto. Y se llama Bisiesto, porque se celebra cada 29 de febrero.

—¿Se rehacen las leyes cada cuatro años? ¿No es un lío? —Ella se ríe, supongo que habré puesto una cara graciosa.

—Nuestra sociedad va evolucionando y cambiando continuamente así que las leyes no deberían quedarse atrás. —Se nota que sabe de lo que habla, pero sería mejor ir ya a por el trabajo.

—Alicia, todo esto es muy interesante, pero se va a hacer de noche y tenemos que ir a por lo del trabajo. —Le dije un poco incómodo.

—Si, cierto. Que parece que te estoy dando una clase... aquí está el castillo. —Se gira y señala un gran edificio cubierto de tantalitas. Entonces se dirige a la puerta y yo la sigo.

Entramos al castillo y por dentro parece más grande que por fuera, pero tiene un aire acogedor. Al entrar nos recibe una señora, bajita de pelo negro con algunas partes blancas; seguramente el ama de llaves. Alicia le dice que venimos por lo del trabajo, y la señora, solo murmura que le sorprende que estemos dispuestos a ello. Caminamos por un largo pasillo, el suelo tiene ese color grisáceo característico de la tantalita y las paredes un beige apagado. Al final del pasillo hay una gran puerta blanca, vigilada por dos guardias; seguro al otro lado se encuentra el rey.

—Alto ahí ¿Tenéis cita con el rey? —dijo uno de los guardias, que era notablemente más fuerte que su compañero.

—No, pero tenemos que hablar con el rey, es importante. —aseguró Alicia, el guardia que nos había hablado iba a replicar, pero su compañero habló antes.

—Eres una de las chicas que trabaja para la señorita Iris ¿No? Me ha parecido verte alguna vez con ella. —Alicia asiente —Pues entonces Jake, tendrás que dejarles pasar. Creeme no quieres problemas con los Pólux y el rey tampoco quiere. —Ella sonríe y los guardias abren la puerta.

En la sala, lo que más resaltaba era el enorme trono, seguramente esculpido muy cuidadosamente. Sentado en el trono se encontraba el rey, que nos miraba molesto. Seguro que sabía que no teníamos cita.

—La chica trabaja para Iris, mi rey. —dijo el guardia más delgado, el rey cambió la cara rápidamente.

—Ah, mis disculpas ¿Tiene algún problema la señorita Iris? —dijo el rey más cortés. No se quien es esa tal Iris, pero tiene que dar miedo para que influya hasta en el rey.

—No, gracias, la señorita está perfectamente, a menos que usted cause problemas. —La cara de Alicia era desafiante. Definitivamente no quiero conocer a Iris. —Pero no vengo por nada de eso. Mi amigo... —Se aparta un poco para que se me vea bien, y de repente toda la atención se centra en mí, es sumamente incómodo —está interesado en el trabajo de ayudante en el laboratorio.

—¿En serio? Pues no sabes de la que me salvas, pensé que no encontraría a nadie. —Se le veía muy aliviado, siento curiosidad por saber cómo será ese hombre.

—No tiene experiencia, pero no es molesto ni muy hablador. —Dice Alicia aceleradamente, para que no le dé mucha importancia a lo primero.

—Lo de la experiencia no es ningún problema, tranquilo. Y lo segundo es maravilloso, puede que hasta os llevéis bien. ¿Y cómo te llamas, chico?

—Pues, señor...no me acuerdo, no recuerdo absolutamente nada de quien soy y por eso necesito tanto el trabajo. —El rey se queda con la boca abierta.

—Esto es una broma ¿No? —Mira a Alicia.

—Por supuesto que no, y no recuerda si tiene hogar ni familia. Por eso pensé en este trabajo, por si podría quedarse en una de las habitaciones libres del castillo. Que todos sabemos que os sobran. Y ya que teneis un cocinero también podría cocinarle y le descuentas del sueldo lo que coma, así tiene comida asegurada. —Después de eso cruza los brazos y se queda en silencio esperando la respuest del rey.

—Bueno, esto no es algo normal... —Alicia le dirige una mirada asesina —pero ya que ha aceptado ese trabajo que me estaba dando tantos problemas y también sois conocidos de Iris, podría hacer una excepción.

—Muchas gracias, le prometo que me esforzaré mucho. —Vaya, gracias a Alicia ya tengo casa y comida.

—Ya va a anochecer, así que tengo que irme. —Alicia me da un abrazo y de modo torpe le correspondo, ya que me sorprende —Si pasa cualquier cosa, me lo cuentas mañana cuando venga a verte ¿Vale? Y usted... —Mira al rey —más le vale que no tenga nada malo que contarme mañana. El rey miró a otro lado, el chantaje que le estaba haciendo Alicia se notaba que no le hacía mucha gracia.

—Muchas gracias, Alicia. Sin ti no se que me podría haber pasado —dije, ella me sonrió y se fue.

—Jake, llama a Marta, dile que venga un momento. —Le mandó el rey a uno de sus guardias, el cual estaba asomando la cabeza por la puerta para escuchar la conversación. El solo asintió y se fue.

—Ahora, el ama de llaves te llevará a tu habitación para que te instales y te avisará cuando sea hora de cenar. También podrías pedirle que te enseñara un poco del castillo. —dijo el rey, hasta que el guardia regresó con el ama de llaves.

—¿Necesita algo? Señor. —dijo la señora e hizo una reverencia.

—Si, te presento al nuevo ayudante de laboratorio, esperemos que este dure más... y también quería que le acompañaras a la habitación de invitados que se encuentra al lado de la tuya, dormirá ahí. Ah, sí; que baje a cenar con vosotros. Creo que eso es todo. —dijo el rey, la mujer hizo otra reverencia y nos retiramos.

—Ven, es por aquí —Me señala unas escaleras cubiertas con una alfombra azul.

Subimos a la segunda planta y avanzamos por un pasillo lleno de retratos. Al final los retratos fueron sustituidos por puertas. Nos detuvimos delante de una, con el número 4.

—Esta es tu habitación y la mía es esa —Señala la puerta de la izquierda con el número tres. Después saca una cuerda morada con diferentes llaves. Coge una dorada y me la da. —Esta es la llave, si llegaras a perderla o romperla, dímelo yo lo arreglare, y no hace falta que se entere el rey. No queremos problemas ¿Verdad?

—Por supuesto y muchas grácias —Abro la puerta. La habitación es pequeña y cuenta con una cama individual, un escritorio, un armario y otra puerta que será el baño.. Puede que con mi paga pueda comprar algo mas para que sea más acogedor.

—Espero que tu estancia en el castillo te resulte agradable, si necesitas algo no dudes en avisar. —Me mira y me sonríe —¿Sabes? Me recuerdas a mi hijo cuando era pequeño. —añadió. No sabía que contestar a eso ¿Esta mujer podría ser mi madre?

—Ah, yo... ¿Cómo es su hijo? —Le pregunté.

—Bueno, ahora ya es bastante mayor que tú, tiene 23 años... bueno, te dejo tranquilo. Mañana te espera un día difícil. —dijo y se fue de la habitación.

Me quedé sentado en la cama, ya que no traía nada conmigo no tenía que ordenar nada. Más tarde Marta volvió y fuimos a cenar. Cenamos en la cocina, pero solo nosotros dos. Me dijo que los demás ya se habían ido a dormir.

No había hecho mucho esfuerzo físico hoy, aún así me dormí en seguida, lo que necesitaba era no pensar en nada de lo que ha pasado hoy.

El reino de los cristalesWhere stories live. Discover now