The umbrella academy está desesperada. Cinco, habiendo viajado en el tiempo, vió una y otra y otra vez el apocalipsis. Desperanzado de que no había nada ni nadie que pudiese evitar el fin del mundo, Cinco hizo su último salto atrás en el tiempo con...
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TN POV Me quedé perdida en mis pensamientos, exactamente como otros días. Solamente me quedé en el borde de la cama, acostada, viendo la nada. Diego no estaba, pues se había ido a hacer no sé qué cosas y la verdad ya no importa.
Nada importa.
Seguramente me quedaré en esta ciudad, atascada por el resto de mis días en la misma ciudad que me mató por dentro, exactamente como mis primeros años de vida.
La hora ya no me importaba más y el pensamiento de quedarme en la misma habitación de hotel por un tiempo me parecía más y más agradable, al punto que dejé de reconocerme a mi misma. La _______ que había salvado el mundo, la _______ que se había arriesgado a amar, se había perdido.
Pues volví a mis raíces tristes y muertas.
Me eché a llorar en silencio, pero estaba en el suelo, en medio de la habitación. No lloraba por mi futuro, lloraba por mi misma. Lloraba por qué tenía miedo y no había nadie para abrazarme. Cómo durante los últimos 20 años.
Y ahí me quedé, como estatua. Dejé de escuchar los sonidos a mi alrededor y solamente escuchaba mis pensamientos inmortalizados como voces, hasta que unos brazos fuertes me agarran en un abrazo.
—¿_______?— la preocupación se notaba mucho en el rostro del moreno —¿Qué pasa bebé?— fue la pregunta que lo desató todo. Las palabras que conformaban la respuesta salieron de mi boca sin mí permiso y sin poder controlarlas, al punto que cuando terminé de hablar, estaba sonrojada hasta las orejas, pues había dicho en voz alta los pensamientos que me habían estado atormentando por años.
No me soltó de su agarre incluso después de mi tonta explicación, hasta se sentó en el suelo para abrazarme más fuerte —te entiendo más de lo que debería, _______— susurró en mi oído y se me erizó la piel. Recargó su rostro en mi hombro desnudo.
Unas gotas frías empaparon mi hombro, era Diego, sollozando. Por más que él tenga la apariencia de tipo duro, tiene un lado sensible y no tiene miedo de sacarlo a relucir en momentos como estos —estaré aquí para apoyarte, ________. De hecho, creo que sería una buena idea que salgas conmigo mañana.— me miró con una sonrisa.
Limpié las lágrimas de su rostro y su sonrisa parecía más sincera que antes —está bien— respondí. —te extrañé mucho el día de hoy, ¿Sabes? Traje comida china— se levantó y sacó una bolsa de comida de una mochila negra que trajo con él. El olor llenó mi nariz y me hizo levantarme enseguida.
—La comida siempre arregla las cosas— dice con su preciosa sonrisa apareciendo en su cara otra vez. No hago más que sonreír de vuelta.
Él estaba comiendo tranquilamente, hasta que me di el lujo de ver toda la situación. Yo, con él, amándolo y teniendo el lujo de tenerlo a mi lado siempre. No sé por qué, pero me lancé a sus brazos, por qué me di cuenta de lo mucho que lo amo.
Lo asusté y su gritito se tornó en risas —¡Casi me matas, _____! Sé que me amas, pero esto es demasiado, incluso para ti— continuó comiendo, pero rápidamente dejó el plato de comida que tenía en sus piernas en una mesita y dió unas palamditas en estas, indicándome que me sentara encima de él. Y así lo hice.
—Te amo, ________, pero tienes que saber un secreto mío— lo miré con curiosidad.
