Prólogo

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Los dioses debían de estar furiosos.

Las cosechas arruinadas, sequías, enfermedades, todo eso azotaba el imperio, que tenía muchas bocas que alimentar.

No importaba cuantas celebraciones y homenajes se hicieran, cuantas ñustas se sacrificasen, cuantos soldados fuesen escogidos para apaciguar la ira de los dioses. Nada resultaba.

El pueblo comenzaba a pensar que el Inca había perdido sus poderes divinos, y por eso no controlaba la lluvia para que regase la tierra que de repente parecía infértil.

El pueblo moría de hambre. Y eso era un peligro para la nobleza incaica.

En el seno de la PachamamaWhere stories live. Discover now