Capítulo 1: Encuentros

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Se incorporó en la cama lentamente, pesaroso, somnoliento, limpió el sudor de su frente con el antebrazo derecho y suspiró: le sorprendía haber sudado tanto en una noche tan fresca. Miró el reloj del móvil, eran las tres de la madrugada, ¿Por qué se había despertado?. Se levantó, se dirigió al baño y trató de orinar, pero no fue capaz, no era aquello lo que le había despertado. Chasqueó la lengua, y con un movimiento reflejo, giró la cabeza, observó el espejo del baño, el estante, los botes de colonia, de espuma, desodorante, había algo extraño allí, pero no sabía qué. Notaba la respiración alterada, estaba inquieto. "¿Qué pasa? Tranquilo, no pasa nada" Se dijo así mismo, pero no consiguió nada, la inquietud permanecía allí, en su vientre, en sus ojos, que no paraban de observarlo todo, y que de pronto, se detuvieron. Fijos en la mampara de la ducha, se quedaron anclados a su superficie seca, transparente, de cristal. Allí había una mancha, no era muy grande, pero podía verla perfectamente desde el inodoro. 

     Tiró de la cisterna por costumbre, y cuando volvió a mirar la mancha levantó las cejas, juraría que ahora era más grande. Avanzó hacia allí, lentamente, sin saber muy bien por qué, mientras trataba de tranquilizarse, de quitarle importancia a aquella estúpida superficie vidriosa que por alguna razón se había tornado más opaca que el resto de la mampara. Podía ver a través del cristal, no había nada al otro lado, no pasaba nada allí dentro, era un estúpido y le estaba dando una importancia excesiva. Eso creía, hasta que de pronto, ante sus ojos, la mancha se hizo más grande. "Joder..." Masculló, con el ceño fruncido. Con los puños apretados, dio un paso más hacia allí hasta que escuchó algo que le detuvo en seco, era una respiración, cansada, lastrada. 

-Joder...-susurró esta vez.

Negó con la cabeza, aceleró el paso, agarró con rabia la puerta de la mampara y la abrió sin dudarlo un instante. Miró en su interior, observó los rincones, las esquinas de aquel reducido espacio, la mancha de vaho. "Eres estúpido" Se dijo así mismo: "vuelve a la cama". Dejó la puerta de la ducha abierta, tomó aire y negó con la cabeza. Luego, regresó a la cama, pero en el marco de la puerta se detuvo, había un cuerpo sobre el colchón, tumbado en posición fetal, el brazo izquierdo bajo la almohada, un mechón de pelo negro sobre la frente: era él, estaba allí. Escuchó un golpe a su espalda, y se giró con brusquedad, la puerta de la ducha se había cerrado, sola, y dentro, el agua, había empezado a correr.

     Parpadeó con torpeza, sentía una fuerte agitación. Alguien le empujaba, abrió los ojos y vio a su novia, mirándole, asustada, le empujaba con ambos brazos cuando le vio despertar. Le soltó entonces, y le palpó la frente:

-¿Estás bien? ¡Estabas gritando!

-Tuve una pesadilla...estoy bien.

-Elías...el otro día también tuviste una, no es normal. ¿Qué te pasa?

-No me pasa nada, cariño, todos tenemos pesadillas.

-Ya...pero no duermes bien, y luego durante el día estás cansado, se te nota. ¿Por qué no hablas con tu amigo, el que era psicólogo?

-Estoy bien, ¿Vale?  Se me pasará...

Alicia, refunfuñada volvió a tumbarse en la cama: no parecía convencida. Se giró sobre el colchón, y colocándose de lado le acarició el pecho enfundado en la gruesa camiseta del pijama. 

-Solo quiero decirte, que a lo mejor esto de que no encuentres trabajo, te está obsesionando...y a lo mejor hablar con él, podría ayudarte, por lo menos a no tener ansiedad, ¿sabes?

-Ya...-contestó Elías. -No tengo ansiedad...ni depresión, que te veo venir.

Alicia le vió levantarse de la cama, serían las once de la mañana, era sábado y los ruidos de la calle comenzaban a filtrarse cada vez más estridentes a través de la ventana. Dentro del baño, Elías se lavó la cara, frotándose los ojos con agua y enjabonándose las manos. Miraba de reojo la ducha, desconfiado, como si temiera que en cualquier momento un desconocido fuera a emerger de allí con intención de matarlo, pero la mampara estaba abierta: al menos en la realidad, todo había vuelto a la calma. Se dio la vuelta y caminaba de vuelta a la habitación cuando se detuvo en seco. Retrocedió hasta la ducha y observó el suelo, vio tierra, pequeñas piedras en torno al sumidero. Tragó saliva. ¿Y si no había sido un sueño? ¿Y si lo que había pasado en realidad, había sido peor?

La maldición de Elías ByrchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora