EL TESORO HALLADO
Había una vez, un señor llamado Juan, este, cansado de sus problemas económicos, decidió ir en busca de tesoros ocultos, y así, hallar al fin, la salida a sus apuros económicos y cumplir su sueño de viajes y lujos. Así que se puso a buscar entre los diferentes libros, enciclopedias e internet, el posible lugar donde fue enterrado el Tesoro de los Incas. Después de leer y averiguar mucho, cierta mañana despertó ansioso y algo malhumorado y con pito en mano empezó a gritar llamando a sus tres hijos:
— ¡Luis!, ¡Alejandro!, ¡Estefanía!
— ¿Qué pasa, papá? ¿Te volviste loco? Ni siquiera he terminado de comer mi hamburguesa — Le increpó Luis, el más extrovertido de los hermanos.
— ¡Nada de loco, muchacho atrevido! ¡Estoy muy cuerdo! Y tú, Alejandro, ¿por qué estas somnoliento? ¿Acaso te has amanecido viendo televisión, muchacho?
— No, Lo que sucede, papá, es que ayer me acosté tarde porque estuve estudiando.
— Pues ahora mismo tú y los demás se lavan la cara porque debemos salir.
— ¡Salir! ¿Adónde papá? ¿Al circo, al teatro o al estadio?
— Nada de eso. Escuchen hijos. ¡Rompan sus alcancías que este mes nos haremos ricos!
— ¿Cómo nos vamos a ser ricos en un mes, papá, si en tantos años no lo hemos sido? – Le preguntó Luis.
— Es que después de tanto leer y conversar con diferentes conocedores, encontré cuatro puntos donde estaría El Tesoro Perdido de los Incas.
— ¿El Tesoro Perdido de los Incas? – preguntaron los tres al unísono.
— Pero, papá, ese tesoro lo vienen buscando décadas ¿por qué cree que nosotros lo hallaremos? Yo ni siquiera puedo hallar mi cuaderno de matemática.
— Porque encontré unos mapas antiguos publicados por un historiador en los 50s y que muchos lo ignoraron por creerlo loco. ¡Así que todos a buscar el tesoro!
— ¡Tú, Luis, a Cusco! — Dijo el padre señalándolo con su índice derecho.
— ¡Qué bien, de paso iré a visitar al tío Jorge! — Exclamó Luis muy contento.
— No, nada de eso, Luis; este será un viaje de trabajo. A mi hermano no lo visites.
— ¡Qué lástima! — Dijo Luis, mientras se agarraba la cabeza— adoro pelotear con mi tío.
— Tú, Estefanía, a Tumbes; y tú, Alejandro; a Loreto.
— ¿A Loreto? ¿Acaso los incas llegaron a la selva, papá?
— Existen versiones que el tesoro sí llegó a Loreto, tú sabes que el tesoro se esconde en un sitio donde nadie lo ha de encontrar, o sea, donde menos se piense.
Los tres hijos algo sorprendidos, un poco en desacuerdo, pero al fin y al cabo, obedientes, decidieron romper sus chanchitos y partir cada uno, rumbo a un destino diferente.
Excepto el padre que tomó la decisión de buscarlo en Lima, un historiador no descartó que haya sido enterrado en unos cerros cercanos o en una casona en el distrito del Rímac.
La tarde era calurosa en Tumbes y Estefanía, la única hija de don Juan, había llegado con mucha sed. Descendió del bus y observaba un puesto de bebidas gaseosas.
No pasó más de dos minutos, cuando una amable tumbesina al verla sedienta, se le acerca y le pregunta: ¿deseas Cremolada de tamarindo, jovencita? , Yo te invito.
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EL TESORO HALLADO EN EL PERU
Actionun codicioso padre de familia desea hallar el tesoro perdido de los incas, para ello envía a sus tres hijos adolescentes a cada una de las 3 regiones naturales sin imaginarse lo que cada uno de sus hijos hallaría