Cuando por fin las armas dejaron de toser su fuego, la melodía que bajaba desde el lado Este del valle, se hizo más nítida y sirvió como preludio del elegante e imponente ingreso del conquistador germano Paolas Wremengerch y su poderoso ejército. Ingleses, españoles y argentinos observaron estupefactos la marcha de los germanos, que entonando una antigua canción aria, sorteaban las piedras del camino con un paso militar firme y exagerado que levantaba nubes de polvo y al mismo tiempo marcaba el tiempo de la canción.
Tiembla Europa, Asia y aledaños
ante el poder de nuestra gran nación.
Nuestro Káiser aplasta a enemigos por igual
y seduce a sus esposas, que con gusto prueban
el acero alemán
Por el honor de nuestros antepasados
que a hachazos repelieron al invasor.
Hoy seguimos su paso firme por el mundo
pero sin trenzas y sin ponernos en pedo.
Hoy cantamos como siglos atrás
¡Nunca retroceder!
¡Nunca retroceder!
Hoy gritamos llenos de coraje
¡Nunca retroceder!
¡Nunca re...
-Ay, carajo.- Bramó Wremengerch al recibir plomo desde todas las direcciones.
-¡Retrocedan! Ocúltense, disparen, ¡Hagan algo!
Y todos hicieron lo mismo. Se ocultaron.
Una verdadera tormenta se desató en el Valle cuando los germanos respondieron a la agresión. Miles de truenos y relámpagos ensordecieron e iluminaron la boca del volcán. Una lluvia de balas arreció a todos por igual, arrancando trozos de roca y carne.
Los ojos de Paolas Wremengerch buscaron con desesperación a su compañera y terrible fue su alarido, cuando los fogonazos y la tenue luz del ocaso le revelaron la huida asustada de su cabra hacia el interior del valle.
-¡Fridaaaa! Noooo...
El grito fue desgarrador. Wremengerch quiso levantarse y correr tras ella, pero su intento fue frustrado por el fornido cabo Otto Von Biekert que tacleó a su General y lo estrechó en sus brazos impidiendo que se exponga a la balacera. Calmándolo con palabras dulces y esperanzadoras, lo contuvo hasta que la tormenta amainó y solo caían unas pocas balas o simplemente pasaban silbando de norte a sur o biseversa.
-Es una emboscada.- Sugirió el Teniente Frank Franmüller.
-No lo creo. Esto no fue una emboscada, aquí pasa algo raro.- Corrigió el soldado Fiodor Shtuwemmer.
-¿Por qué lo dice?- Preguntó Wremengerch entre sollozos.
- Porque pude observar que se disparaban entre ellos. Las balas cruzaron en todas las direcciones y por suerte no las recibimos todas nosotros.
-Tiene razón, aquí pasa algo raro. Asegúrense de estar protegidos, atiendan a los heridos y el resto que observen el valle. Ante el menor movimiento de tropas infórmenme y por favor ubiquen a mi querida Frida. Habrá decenas de monedas de oro para quien la rescate y decenas de latigazos para el que descuide los movimientos del enemigo por buscar a una cabra.
Wremengerch hizo silencio y sus soldados cumplieron las órdenes escudriñando el valle con ojos de recompensa y cierto malestar en sus entrañas.
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Boliguas
FantasyCuatro ejércitos se encuentran en el Valle del Moretón, hogar de los temibles boliguas.