Lo que no se debió escribir

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No puedo creer que después de todo este tiempo, en el que no somos capaces de si quiera mirarnos libremente, un solo sueño en el que me das la mano y me miras tiernamente baste para volver a arraigarte en mi pecho y en mi mente. Tanto tiempo sin pensarte y ahora casi duele tu ausencia, pero no puedo hacer nada, soy un árbol queriendo escapar del filo que ostenta el hacha. Eres tan especial, pero fuiste ciega cuando tuviste que verme de frente. Ya no existe vuelta atrás, cuando me hiciste caer desde el celaje del cielo, a la gravilla de la tierra, prometí jamás dar paso a una oportunidad.

Sonó un mensaje en mi computador. Se me aceleró el corazón pensando que podías ser tú, y se detuvo totalmente cuando la inverosímil sospecha se confirmó

- Hola, creo que deberíamos hablar -.

Mi alma se desprendió lentamente de mi cuerpo y empezó a ascender, mi carne trataba de tocar lo intangible para evitar su huida. No supe si era la carne o el ente ascendente. Durante unos segundos fui la dicotomía del sol y la luna viéndose en el atardecer; por un segundo efímero el universo se concentró en la tierra, todas las constelaciones formaron tu nombre, y cada galaxia te creaba un nuevo color. Fui feliz.

Tomé aliento para responderte, - no hay nada que hablar -, cerré el chat y apagué el computador. Solo tuve fuerzas para recostarme, cerrar los ojos, y esperar nunca más volver a soñar.

Sin MétricaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora