La brisa con un toque de aroma salino recorría sus fosas nasales con sensatez, instalándose por un pequeño lapso de tiempo en las pequeñas tuberías, para luego ser expulsado arduamente, sin piedad al exterior y volver a reencontrarse con su lugar de origen.Su sonrisa se fue construyendo poco a poco, como una obra qué ha de poder tardar siglos en ser terminada, y apreciada por todos como una maravilla mundial. Tal maravilla se debía a un pequeño ser con esmeraldas talladas en sus ojos, pelo cosido por los mismísimos dioses y piel de porcelana, como una pequeña e indefensa muñeca.
Acercó lentamente su lastimada mano izquierda a los dorados cabellos del individuo que se encontraba al lado suyo y los acarició con paciencia, qué contenía una pizca de picardía y toda una cucharada de amor.
-¿No te perece algo monótono y repetitivo el océano?- Dictó esas palabras el ser de cabellos dorados, repentinamente, sin aviso alguno.
La de cabello negro con unos peculiares pero simplemente fantásticos reflejos azules, giró su cabeza tranquilamente. Miró directamente a los ojos verdes intensos, sabiendo el efecto que causaba esa acción en el ser pequeño. Su sonrisa se extendió al ver como la rubia empezaba a mover sus ojos de un lado a otro, con unas pequeñas y malignas gotas de transpiración delatando su nerviosismo y sus mejillas se tornaban magníficamente rojas, ella sentía qué esos profundos ojos azules carcomían y saboreaban su alma con solo verla.
-Hm, no, no lo creo, no del todo, almenos. Dejame hacer una aclaración- Se aclaró la garganta, cubriendo su boca parcialmente con una mano hecha puño -El océano será monótono, aburrido piensan algunos, pero todos sabemos qué tan solo creen eso cuando la extensión de agua salina está calmada. Nadie se detiene a pensar mínimamente en cuando las aguas se tornan malignas y desesperadas por destrozar barcos, o cuan grande y magnífica ha de ser la vida qué habita debajo de este caparazón qué carga miles de muertes a sus espaldas y qué aparenta ser calmo... Pero aveces, estalla- Al terminar la sabia oración, observó nuevamente al frente, deshaciendo su sonrisa juguetona para darle paso a una tranquila. La mano qué se encontraba en los cabellos de la más enana, bajó hacía su mano, tomándola con delicadeza. Le agradaba la diferencia de tamaño y suavidad. Su mano era grande, totalmente lastimada, con cicatrices recorriendo cada minúscula parte de piel. En cambio la de la rubia era suave, sin ningún tipo de rasguño o corte y era pequeña, como la de una niña.
-Tú y tu forma tan espectacular de ser...- Apoyó su cabeza en el brazo de la más alta, no pudiendo llegar a su hombro por culpa de su tan pequeña estatura.
Apretó el agarre de manos, sonriendo cálida y maravillosamente, sin dejar de mirar al paisaje acuático repetitivo qué las rodeaba.★~