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Izuku Midoriya tocó su cabello verdoso,habitualmente revuelto con sus rizos y ondulaciones,aunque ahora, atado en una coleta alta con un moño rosa a su alrededor.Se preguntó mil y un veces qué había hecho para merecer tal castigo de parte de su amiga gravitacional,ochako-chan.
La ropa era bonita a su joven parecer,pues era en tonalidades pastel.Y a pesar de su insistencia en que no le agradaba aquello, la manipuladora de la gravedad no le prestaba la más mínima atención. Y es que ése era un rasgo bastante común en ella y el pequeño izuku ya se había, muy a su pesar, acostumbrado a ello.
Cuando ochako estaba empecinada con algo,era difícil que alguien la hiciera cambiar de parecer.Aunque en el fondo estaba agradecido por que viniera a diario al hospital a hacerle compañía,mientras él esperaba que su madre se recuperase pronto.Y también agradecía internamente que la pequeña lo tuviera lo suficientemente entretenido para que su cabeza no comenzara a divagar como era ya su costumbre.
En su cambio de look,ochako puso todo su empeño en que se viera como una niña y es que en cierto modo,no había que esforzarse demasiado realmente pues izuku parecía una.

Al menos,exteriormente.

Pero jamás le diría eso a su pequeño amigo pecoso a riesgo de perder su valiosa amistad.Cosa que también dudaba pues ambos eran como pan y mantequilla.
Izuku se despidió de ella en la planta baja y subió luego alegremente las escaleras,para tomar asiento en una de las sillas que estaban dispuestas en el largo pasillo,lejos de la sala de espera.Pensó en que diría su madre al verlo de ése modo.Pero inko midoriya era una madre comprensiva y entendía a la perfección las personalidades de ambos niños.

Nunca los juzgaría.

Izuku sonrió y entre medio de sus pensamientos infantiles,la ligera pelota roja de tela que traía entre sus pequeñas manos resbaló torpemente y se deslizó hacia dentro de una habitación del mismo piso,un poco más alejada,donde su puerta estaba descuidadamente abierta e izuku en su infantil inocencia tan sólo la siguió para tomarla de nuevo.

-¡Te tengo!-exclamó con entusiasmo pero al alzar la mirada,sus esmeraldas tropezaron con una mirada vacía que lo observaba de reojo,como escudriñándolo o,peor aún,advirtiéndole silenciosamente,que se marchara.
Pero izuku era ingenuo y no comprendía las indirectas,ni siquiera aquellas que podrían atentar contra su pequeña persona.

-¿Tú también te hospedas aquí?preguntó con cierta torpeza trastabillando con sus palabras ante lo obvio de la situación.
-No es como si fuera una estadía grata-respondió cortante y agregó-esto no es un hotel.Es un hospital.Nadie viene a divertirse-
shoto era frío con sus respuestas,no media sus palabras o como los demas podían llegar a tomarlas.

Poseía a su corta edad una frialdad escalofriante.

-Ya...ya veo. ¡Y claro que lo sé!-izuku midoriya no perdería ante la probabilidad de hacer un nuevo amigo,teniendo en cuento que el niño sentado en aquella camilla lucía de su edad.
Aunque la percepción del semialbino fue completamente diferente,pues aquella niña tan extraña no preguntaba por su notoria herida y vendajes que cubrían perfectamente su ojo derecho.

Como si en el fondo se hubiera acostumbrado a que todo el mundo lo hiciera.
O,lo que es peor,que sintieran pena de su condición y situación que lo había llevado a ello.

Odiaba esas miradas.

Tan ajena a su pesar,a todo lo que el bicolor sentía, que se dispuso a romper,de a poco y desde cero todas y cada una de sus barreras, sin pensarlo.

-¿Quieres jugar a la pelota conmigo?-dijo alzando la misma hacia su dirección y cuando shoto estuvo a punto de responderle negándose, fue que la vió.

La sonrisa más pura y dulce.

Una carente de toda malicia,que alguien alguna vez,le había regalado,sin motivo alguno,y espontáneamente.

Solo para él.

Como si aquella amplia sonrisa tuviera el poder de inundar con su calidez la fría habitación de hospital en la que se encontraba.
El pequeño heterocromático sintió algo removerse y agitarse en su interior,algo que culpó y catalogó como hambre.
Luego de unos segundos,tan sólo se limitó a asentir en señal de respuesta a la invitación que la niña de pecas le había extendido.

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Y ahora, habiendo pasado tantos años, aún recordaba su voz,o lo que él creía recordar de ella,pues el tiempo vuelve difusos algunos recuerdos y el bicolor ya no estaba tan seguro de si su voz seguiría siendo dulce y algo chillona,si es que alguna vez lo había sido.
Y se encontró,una vez más,evocando de una manera inevitable e irremediable,su recuerdo,y pensando en como sería su voz,en el presente.

Enemy FireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora