Prólogo

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Aún pudo escuchar el repiqueteo que hacían las gotas de agua al chocar contra la loza de su fría celda antes de fundirse en la oscuridad.

Le pareció sentir como se adentraba en caída sin fondo, aunque lo cierto era que nunca sabría si había sucedido o no. Dentro de su cabeza pasaban un millón de cosas a la vez, abrió los ojos, no los verdaderos que la ayudaban a ver la realidad; si no los que aparecía solo en sus sueños, que la ayudaban a ver más allá de lo que deseaba.

Cientos de imágenes pasaron frente a sus ojos, pero solo pudo atrapar unas de ella. Vio a su hermano, montado en un caballo blanco, liderando un ejército de personas desaliñadas, que iban vestidas con pieles de animales peludos y llevaban lanzas y espadas de acero barato. Junto a él un hombre anciano, portaba un estandarte de campo gris con el lobo huargo en el centro.

Alguien hizo sonar un cuerno de guerra en algún punto del campo y quedó atrapada en medio de la dos hordas de jinetes con lanzas que colapsaron entre sí haciendo la caer de nuevo en la oscuridad.

Esta vez cayó en el centro de un salón, lo observó atentamente, girando en redondo sobre sus pies para captar todo a detalle. Estaba decorado con tapices descoloridos, ventanas de medio punto con vidrieras de miles de rombos rojos y blancos y astilleras de lanzas, espadas y martillos de guerra. En el fondo del salón se encontraba el trono, de madera tallada chapada de oro.

Dio un respingo cuando de repente la sala se llenó de personas. El trono estaba ocupado ahora, por un muchacho esbelto y alto, de cabello platinado y ojos de un purpura bastante claro.

Ladeo la cabeza para observarlo mejor, estaba segura de a verlo visto antes, pero algo estaba diferente en el, algo que ni siquiera ella podía recordar.

La puerta del salón se abrió y dos guardia entraron escoltando a un muchacho. Ella camino sigilosa y rápida junto al trono, para poder observar mejor, y se colocó junto al muchacho de cabello platinado.

-Le hemos traído a uno de ellos majestad, era el único hombre- empezó uno de los captores, de barriga prominente, sin oreja izquierda y rostro surcado de cicatrices- la cabaña estaba llena de huérfanos y mujeres, los hemos traído a todos, pero no creo que sean de mucha utilidad.

El rey asintió, supuso que era un rey; lo habían llamado como a uno. Señaló al segundo captor, musculoso y de cabello anaranjado.

-Que no toquen a los niños, pero que interroguen a las mujeres mayores. Sin maltratarlas-

El segundo captor asintió y salió del salón a paso firme después de hacer una ligera reverencia.

Las personas en la sala guardaban silencio, podrían pasar casi inadvertidas de no ser por sus agitadas respiraciones.

El rey concentró la mirada en el capturado así que ella también lo hizo. Tenía la cabeza gacha, por lo tanto lo único que podía observar de él era su cabello negro como el carbón, frunció el ceño tratando de recordar donde había visto un cabello similar.

-¿Cual es tu nombre?- la voz del rey salió fuerte y ronca, ella dio un paso adelante curiosa por ver el rostro del muchacho.

Pero cuando el capturado levantó la cabeza no pudo evitar atragantarse con su propia saliva, sabía quien era, recordaba esos ojos azules como el mar y el ceño de sufrimiento que ponía siempre que estaba pensando. Tropezó y se arrastró hacia tras sorprendida hasta que topó la espalda con las piernas del rey, que ahora se inclinaba hacia delante en el trono en busca de respuesta.

-Soy; ser Gendry de la Colina Hueca, miembro de la Hermandad sin Estandartes.

El sueño se esfumó, y se despertó recostada en el frío piso de su celda, sudorosa y agitada, con el amable rostro del hombre bondadoso observándola desde arriba.

Sin Nombre [Arya Stark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora