Rieta sintió un escalofrío al escuchar el sonido ensordecedor que venía del patio principal, deslizando el delantal que tenía por sobre su cabeza y poniéndolo a un lado del mesón de la cocina, salió corriendo para ver qué había sucedido y detener cualquier posible ataque enemigo. Después de todo cualquier idiota podría aprovechar la ausencia de su señor para hacerse con el mundo flama y era su deber proteger el castillo junto con, a la que ella consideraba, su familia.
Lista para atacar se acercó con la agilidad y rapidez de una gacela al lugar donde varios soldados se concentraban, abriéndose paso entre los inútiles soldados que no se movían, su cuerpo se paralizó al ver que toda la conmoción provenía de su señor Ivlis, que con la mirada oscurecida en furia se encontraba en medio de un campo de energía que se arremolinaba a su alrededor y hacía crepitar el aire.
Los aullidos y lamentos de los soldados llegaron hasta sus oídos y ahí fue cuando vio todo el desastre que Ivlis había causado. Los rostros de los soldados, todos con cuernos rojos de distinta forma y tamaño, mostraban expresiones de horror y agonía, tirados por todo el patio o apoyados contra las murallas chamuscadas intentaban levantarse con las pocas fuerzas que tenían.
Rieta apretó los dientes al oír unos conocidos pasos apresurados llegar al lugar, y antes de que los dos pequeños pudieran llegar a ver a su padre los detuvo en un abrazo protector. Arrodillándose a su altura los abrazo con sus enormes garras, y teniendo cuidado de no lastimarlos les susurró a los dos pequeños que no era el mejor momento para hablar con su padre.
Los dos pequeños, una niña de cabello pardo amarrado en dos coletas bajas y puntiagudos cuernos rojos encorvados hacia su espalda, y un niño de cabello obsidiana y cuernos morados altos con ligeras curvaturas por su extensión, miraban confundidos con sus enormes ojos dorados a la chica de cabello zanahoria que los abrazaba. Rieta les dio una diminuta sonrisa al ver aquellos pares de ojos que guardaban el Sol en ellos tan similares a los de su Diablo, pero pronto fue borrada y su expresión se endureció.
— Niños es mejor que regresen a sus cuartos. El señor Ivlis está un poco indispuesto en este justo momento.
— ¡No! Poemi y Licorice quieren ver a su papi. Han pasado muchísimos días desde que el papi de Poemi estuvo en el castillo. ¡Poemi quiere abrazar a su papi!
Poemi comenzó a forcejear para deshacerse del agarre de Rieta, el cual se había endurecido alrededor de los chicos porque ella sabía que Poemi, aunque mayor que su medio hermano Licorice, cuando se trataba de Ivlis perdía el control y comenzaba a actuar como una terca niñita que tenía la fuerza y el sadismo suficiente para acabar con un ejército.
Gruñendo en forma de advertencia, Poemi desplegó sus alas para hacerse el espacio suficiente entre los brazos de Rieta y así poder volar por sobre las cabezas de los demonios que le impedían ver a su querido padre, pero lo que vio hizo que perdiera el color de sus rosadas mejillas. A la distancia, su padre lleno de heridas por todo el cuerpo y el rostro, estaba rodeado por temerosos soldados que parecían no respirar o siquiera moverse, cuyas armas en mano tiritaban al miedo que sentían de ser el siguiente objetivo de su señor Diablo.
Ivlis tenía un aura siniestra y peligrosa, con su cabello encendido en tonos rojizos y los ojos dorados oscurecidos en crueldad, mantenía una postura que a Poemi le recordaba a un depredador que observaba con cautela su alrededor, pero que también tenía un deje de prepotencia al saberse más poderoso que cualquier demonio presente, como si pudiera oler el miedo de los soldados. Aun así, esa exhibición de poder igualmente le recordaba a un animal herido que intentaba por todos los medios mostrar que podía enfrentarse a cualquiera y, a pesar de sus heridas, salir victorioso. Todo con la intención de evitar un ultraje mayor al que ya había recibido.
Parecía que Ivlis tenía la necesidad de reafirmarse como el más fuerte del lugar, de saberse como el único capaz de ejercer un dominio y poder tal que le permitiera doblegar, someter e inclusive matar a otros. El corazón de Poemi se llenó de tristeza, preguntándose qué le había hecho esta vez ese asqueroso Diablo de cuernos morados que se llevaba a su padre por largas temporadas.
Ante la mirada consternada de Licorice, Poemi una vez en el suelo dio rienda suelta a sus lágrimas que intentaba encubrir con sus antebrazos, pero que sus hipidos le hacían imposible esconder. Esto sólo logró alterar al pequeño que intentaba por todos los medios soltarse para ir hacia su madre, pero Rieta al saber la incomodidad que sentía Ivlis con la versión adulta de su hijo ya que este le recordaba a Satanick, lo sostuvo con mucha más fuerza que antes.
Determinada a evitar que Licorice tuviera la oportunidad de transformarse y así empeorar la situación, y a sabiendas de que él era mucho más fuerte que ella con su versión adulta y que de darse un enfrentamiento él podría vencerla fácilmente. Rieta le soltó solo un momento para sostener delicadamente su carita, teniendo cuidado de no dañarlo comenzó a acariciar sus oscuros cabellos mientras le veía directamente a los ojos.
— Licorice escúchame, por favor. Yo sé que amas al señor Ivlis, y que estas nervioso por lo que pueda pasar con él, sé que es muy difícil estar aquí sin saber qué hacer, pero créeme cuando te digo que lo mejor para él es que regresen a sus habitaciones.
— Pero, pero...estoy seguro que el idiota de mi padre le hizo algo y es mi deber proteger a mi...
Siendo interrumpido por el sonido de una serie de explosiones, lo siguiente que Licorice supo es que estaba refugiado entre el cuerpo y los brazos de Rieta mientras el largo cabello de ella se movía de manera furiosa por encima de él y el aire a su alrededor se hacía cada vez más caliente, haciéndole casi imposible el respirar. Temblando y asustado, Licorice levantó su rostro y vio la expresión temerosa de Rieta, pero que ella cambió de inmediato al darse cuenta de cómo esos enormes ojos la observaban.
— Tranquilo mi niño, te prometo que voy a hacer hasta lo imposible para ayudar al señor Ivlis, y cuando todo esto pase tendremos una fiesta en el jardín. Prepararé un pastel de chocolate, uno realmente enorme, y lo compartiremos con él a la sombra de un gran árbol. Vamos a festejar que él está de regreso.
Conforme salían las palabras, la expresión de Rieta se iba suavizando hasta formar una cálida sonrisa que le dedicó al pequeño niño que tenía una profunda expresión de tristeza en su rostro. Abrazándolo como una madre haría, le transmitió seguridad, confianza y calma a través de sus caricias. Licorice estaba desorientado, aturdido al darse cuenta que aún seguía siendo un niño y consternado por no poder hacer nada para ayudar a su querida madre, así que se aferró a Rieta con todas sus fuerzas sintiendo como la impotencia se apoderaba de su cuerpo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y de su boca comenzaban a salir leves sollozos que Rieta se encargaba de acallar.
Después de un rato Rieta volvió a pedirles que regresaran a su habitación y con una mueca en sus caritas, Poemi y Licorice aceptaron de mala gana. Poemi tomó la mano de su hermano y dio media vuelta para regresar al castillo, pero Licorice volteó y observó directamente a Rieta quien les daba la espalda y veía directamente a donde se suponía estaba Ivlis.
— Por favor ayúdalo —susurró Licorice antes de desaparecer por las enormes puertas del castillo.
Rieta soltó un suspiro y volvió a caminar entre los soldados, llegando hasta donde estaba su señor se detuvo para volver a observar la situación. Ella entendía esa necesidad de los niños por ver a Ivlis, ella misma tenía el mismo deseo de darle la bienvenida, estar con él y ayudarlo a olvidar todo lo que el Diablo de Pitch Black había hecho con él, pero sabía perfectamente que no podía surgir nada bueno de permitirles verlo así.
No cuando Ivlis no identificaba entre amigo y enemigo, gruñendo a todo lo que se moviera cerca y atacando a pesar de que estuviese en su límite. En ese momento las acciones de Ivlis eran impredecibles, y aunque ella dudaba que él se atreviera a hacer algo contra Poemi o Licorice no quería comprobar lo contrario. No cuando el Diablo del mundo Flama tenía un aura tan oscura y feroz.
YOU ARE READING
Bloody Kisses.
FanfictionPorque entre los golpes, arañazos y empujones, buscan decirle al otro algo que no pueden poner en palabras. Porque después de los gritos, las maldiciones y la pelea buscan chocar sus alientos mientras se sostienen del otro. Porque entre esos besos...