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-¿Te parecen que son horas de llegar?¿Y con esas pintas?-. La voz de su padre le reprendió retóricamente desde el marco de las puertas que daban al salón, donde se lo había encontrado, casi dándole en las narices.

JiMin maldijo en su mente, tragando saliva mientras se erguía, mostrando respeto. Estaba ahí. Genial. Lo último que necesitaba.

Su padre se paró frente a él, mirándolo con disgusto y molestia, haciendo sentir al pelinegro tan pequeño como un niño, pero peor. El hombre dejó salir un bufido, con las manos sujetas a la espalda, un hábito que JiMin había heredado. Éste, ahora, mantenía la mirada sobre el suelo, no atreviéndose siquiera a contestar, porque, claramente, no tenía idea de la hora que era, y mucho menos la pinta que tenía, acertadamente. Él sólo suponía que eran al rededor de las diez, y que se veía mal. Y quizás apestaba un poquito a lluvia y barro. Sí. En el mejor de los casos.
Mordió su labio inferior con discreción, nervioso de haberse cruzado a su padre de mal humor, o peor, ponerlo de mal humor.
La idea de que hubiesen llamado a casa para avisar de su intento fallido en la academia, y que su padre habría contestado, se le cruzó por la mente como un relámpago, causándole vértigo y palidez.
Su padre, entonces, levantó una mano, llevándosela a las sienes para masajear allí levemente, como si cuidar a su hijo, ya mayor, fuese un dolor de cabeza.

-JiMin... todo lo que se te pide es que avises si llegarás tarde. Para eso te compré un teléfono. Si vas a llegar a la hora que te apetezca, entonces simplemente te lo quitaré, viendo que no lo usas para lo que es-. Soltó con un falso tono paciente, JiMin casi podía sentir la ironía en su voz, la manera en la que susurraba "Mi hijo es un idiota" por lo tácito, repitiendo una de las líneas que más le molestaban al pelinegro, pero escuchar eso, significaba que nadie había llamado a casa. Respiró quedo, conteniendo las ganas de soltar un suspiro.

Levantó el mentón, por fin atreviéndose a mirar a su padre a los ojos, haciendo una leve reverencia, al son de un "Lo siento... no volverá a pasar." Su padre pareció insatisfecho con la respuesta, pero tampoco tenía mucho más para decir, por lo que simplemente chasqueó la lengua y se encaminó al sillón, de donde había salido, mientras JiMin se reincorporaba, aliviado.

-Y ahora ve a darte una ducha y tira esa ropa... te ves terrible, no quiero tener que repetirme que la pinta que llevas es la que verán las personas de toda la familia, así que sé más cuidadoso y no me avergüences más-. Pidió manteniendo ese tono altanero pero con cierto desgaste al final, que indicaba a JiMin era momento de salir corriendo, porque su padre no se detendría con esos pequeños ataques, en un intento por "educar" a su hijo.

Subió las escaleras con prisas, pisando a penas con la punta de los pies para no ensuciar nada, evitando empeorar el claro estado de su padre, que no era algo fuera de lo normal.
Soltó el aire tras entrar a su habitación, cerrando la puerta a sus espaldas para tener al menos un poco de privacidad. El frío ya no era tan fuerte, debido a la larga caminata que había tenido hasta casa, ningún bus había accedido a dejarle subir, con las pintas que tenía, pero sentía muy en el fondo que iba a enfermarse de todas formas.
Dejó a un lado su bolso, cuidadosamente para no romper nada de lo que llevaba dentro, y tomando del borde de su chaqueta, se la quitó también. Repitió esto con todas sus prendas, recordándose que tendría que lavar la mayoría a mano, pues su padre no querría tanta porquería en la lavadora.

Una vez estuvo desnudo, cargó consigo sus prendas, y se las llevó al baño, suspirando más veces de las que respiraba con normalidad. Esa idea de llegar a casa y simplemente ir a dormir, era demasiado buena para ser real. Apoyó todas las ropas en la mesita de su lavabo, revisando aquellas que tenían bolsillos para no terminar mojando nada por accidente. De su pantalón consiguió un par de monedas que dejó a un costado, y luego, al revisar su chaqueta, se encontró con el papel plegado de aquella nota tan extraña.
La tomó, revisando si no había nada más en el bolsillo, y la leyó un par de veces.
Analizaba la caligrafía, intentando reconocer algún indicio que pudiera indicarle quién rayos la había dejado, pero cada vez que la leía, era más rara la situación.
¿Por qué un desconocido haría tal cosa como estar en un parque refugiándose de la lluvia, y no salir corriendo al momento en que un loco simpático comienza a cantar y bailar como si fuera una película dramática? Mordió sus labios, acompañando el gesto con un movimiento de su cabeza, en confusión, dejando la nota apartada, donde no fuese a mojarse o a humedecerse.
Tiró el bulto de ropa en la ducha, y abrió al máximo la llave del agua fría, dejando que esta fuese impregnándose en las telas, que comenzaron a desprender suciedad al instante. Miró las ropas con un deje de cansancio antes de meterse junto a la esta en la tina, con cuidado de no resbalar.
Se inclinó, tomando el jabón blanco que usaba para lavar sus mediapuntas, y comenzó, una por una, a fregar cada una de sus prendas, un poco haciéndose daño en los nudillos en el proceso, debido a la fuerza con la que las telas se resistían a dejar ir la mugre. Enjuagó todo, como venía enjabonando, y exprimió las ropas, examinando cada prenda, en busca de algún lugar que hubiese olvidado refregar. Sonrió a penas al observar todas perfectamente limpias, como si no hubiese estado dando vueltas en el barro.
Saliendo de la ducha, dejó esas ropas bien extendidas en distintos lugares para que fueran secándose, y volvió a meterse, ahora tomando un cepillo para limpiar la bañera, que tenía algunos salpicados de jabón oscurecido y motas de barro que habían salido volando. Una vez acabó con ello, finalmente se dispuso a lavarse a sí mismo, soltando un sonidillo de placer al sentir el agua caliente golpeando sus músculos amortiguados.

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⏰ Última actualización: Sep 20, 2020 ⏰

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