Capítulo 3. Comienzo

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—¡Bienvenida de vuelta, Eira!

Su mirada giró lentamente hasta encontrarse con un hombre frente a ella. Su mente le lanzó rápidamente toda la información que sabía sobre él, a pesar de aún estar confundida. Tan veloz como su atención fue hacia él, acabó por ignorarlo. Sentía que había algo más preocupante, alguien que debía ver, con quien debía estar. Una sensación de vacío se alojó en su pecho cuando encontró la respuesta. No pudo evitar preguntarse si estaría bien, si sus heridas habrían sanado, si aún estaría para ella.

Sus ojos se anegaron en lágrimas a medida que el miedo se extendía por su cuerpo. Se imaginó cadáver en el suelo, desangrándose sin salvación. La ira se unió al pánico y antes de darse cuenta, se encontraba tirando contra las cadenas, queriendo librarse para poder buscarlo. No podía dejarlo solo, nada era más importante que él.

—¡Apolo! —chilló tan alto como pudo, ignorando lo raro que sonó su voz. Tenía la garganta seca y un sabor metálico en la misma, pero aún así debía luchar por su destino. Si nadie lo había salvado, era su obligación hacerlo.

Desde un extremo de la sala donde se hallaba, escuchó un gemido de dolor, triste, casi tan desesperado como su grito. Lo reconoció al instante. Aunque no se hubiese acostumbrado aún a la oscuridad, podía verlo, sentirlo a sus espaldas.

—¡Apolo, estoy aquí! —con una pequeña sonrisa intentó mirar hacia atrás, pero sus ataduras se lo prohibían. Al menos su guardián estaba a salvo. No importaba su estado, ni dónde se encontraban, tan solo le preocupaba que no se separara de ella.

Zariel no se movió un solo centímetro mientras el reencuentro se llevaba a cabo. A diferencia la albina, la bestia no le importaba, pero comprendió que no podría ganársela sin él. Se acercó un par de pasos, hasta arrodillarse junto a ella. Puso una de sus manos sobre el hombro, de manera tranquilizadora. Aún seguía sin mirarlo.

—Está bien. Curamos sus heridas, sabemos que es importante para ti —miró hacia un lado y le hizo señas a dos de los hombres con capuchas. Estos se levantaron rápidamente y liberaron a Apolo y Eira de sus amarres —. Puedes ir a verlo.

Por primera vez la pequeña lo miró a los ojos, notablemente agradecida. Luego de eso se levantó con pasos tambaleantes, como si aquél no fuese su cuerpo. "¿Cuánto has influido en ella?" Se preguntó el rey, ocultando sus temores en el silencio.

En cuanto ambos se acercaron, la bestia rodeó a la joven en lo que parecía ser un abrazo. La superaba por al menos el doble de tamaño y aún así se veía indefenso a su alrededor. El silencio que se había creado momentos atrás desapareció tras los sollozos ahogados de la albina. Incluso con la conmovedora escena, Zariel permaneció inalterable, pensando en cómo alguien así de débil podía tener el destino del mundo a sus espaldas.

Soltó un suspiro decepcionado mientras avanzaba hacia la pareja. No se dejó intimidar por el tamaño del animal, y tras una sobreactuada inclinación, procedió a presentarse.

—Soy Zariel, su salvador y rey. Te hemos encontrado perdida en el bosque y para poder salvarte, te trajimos hasta mi castillo, aunque la resistencia no fue menor, según entiendo. Espero que comprebdas que este será tu nuevo hogar; vivirás entre guerreros para poder a nuestro pue-

—¿Me darás poder? —interrumpió esta vez, con interés genuino —. ¿Me darás el poder que necesito para poder protegerlo, para acabar con las amenazas?

Una sonrisa se dibujó en su rostro al notar que sería sencillo ganar su confianza. De hecho, creía que ya lo había conseguido.

—Te daré todos los placeres que puedas imaginar. Vestimentas, comidas, tierras, poder. Tú pídeme algo y así será; eres mi invitada después de tido. Strathclyde estará a tu entera disposición si así lo deseas.

En búsqueda de la verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora