12

1.4K 71 12
                                    

Llaman a la puerta de la habitación y pienso por unos instantes que puede volver a ser ella pero eso sería ya demasiado, seguramente haya regresado a su hotel y esté pensando en lo gilipollas que soy o simplemente ni se acuerde ya de mi.

Luis acéptalo, no la volverás a ver más, te quedaste sin camiseta y sin ver esos ojos verdes otra vez. Aun no la conoces, aun no sabes ni su nombre y ya estas delirando pensando en si la veras de nuevo. Aun no habéis intercambiado más de dos palabras seguidas sin picaros, aun no sabes lo que es besar esos labios y querer quedarte a vivir allí, porque seguro que pedirías habitación para hospedarte y echarías la llave para no salir jamás. Aun desconoces sus manías aunque te estés muriendo por conocer cada una de ellas.

Y es que en mi cabeza todo está sonando demasiado bien a la vez que precipitado. Pero supongo que después de tanto tiempo sin fijarme en una chica como me he fijado en ella, pueden pasarte estas cosas o no lo sé, estaré delirando ya. Le llaman amor a primera vista pero suena descabellado, jamás creí en esas cosas y no tengo porque hacerlo ahora. ¿Quién conoce a una persona y comienza a imaginar cosas con ella sin conocerla? Joder, esto de estar tanto tiempo sin el contacto de piel ajena me está afectando. Quizás solo sea pura atracción y nada más, una simple atracción sexual que desaparecería cuando echase un polvo con ella. Quizás me llame más la atención que cualquier otra chica solo porque me lo pone todo más difícil. Dicen que gusta lo difícil, atrae lo complicado y enamora lo imposible, y creo que es eso, me gusta y por eso estoy así.

Me levanto y camino torpemente arrastrando los pies hacia la puerta. Estiro de la camiseta intentado quitar algunas arrugas y masajeo mis rizos, de nuevo pasa por mi mente la idea de que sea ella y quiero estar decente para recibirla. Abro la puerta mientras me froto los ojos, sigo teniendo sueño y mis ideas se esfuman en un segundo.

—Buenos días — un Carlos sonriente me saluda y tras él aparece Roi, mi abogado y amigo de la infancia con Rosita, su perra, en brazos.

— ¿Pero tú qué haces aquí? — se abre paso entre Carlos y yo pasando hacia el interior de la habitación sin darme una respuesta inmediata. Mira todo de arriba abajo.

—Si Mahoma no va a la montaña...Roi se va a la montaña en busca de Mahoma. ¿Vosotros aquí de fiesta en Suiza y yo allí solo? ¿Estamos locos? ¡Qué bien os lo montáis, cabrones!

— ¿Pero quién está de fiesta? — pregunta Carlos dejando escapar una carcajada. ― Estamos aquí por trabajo.

—Joder, el chupetón que tienes en el cuello dice todo lo contrario — miro el cuello de Carlos que no tarda en taparlo con la mano. —Ah no, que seguro que te has dado con el pico de la mesita o con la puerta...— suelta con ironía.

Me cruzo de brazos mientras veo como la perrita huele cada rincón buscando el lugar idóneo para hacer sus necesidades y mis ojos se abren de par en par.

—Te juro que como Rosita se cague en la moqueta lo vas a limpiar con la lengua — sentencio.

— ¿Es que no os limpian las habitaciones?— se ríe.

No sé cómo le aguanto.

Roi se levanta del sofá en el que ha tardado segundos en ocupar todo entero para él y coge a Rosita para sacarla a pasear.

—Vamos a conocer Suiza.

Niego con la cabeza. Carlos y yo habíamos quedado al mediodía para comer con el hijo de los García, Alfred, ya que la noche anterior ocurrieron una serie de acontecimientos que impidieron seguir tomando con él y conociéndole más para poder así ganarnos su confianza y ser nosotros los elegidos para trabajar con ellos. La verdad que nunca me ha gustado la idea de hacerle la pelota a la gente con tal de conseguir algo pero este proyecto era importante.

Entiéndeme || AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora