la habitación.

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Louis enjabonaba su cuerpo con fuerza, movía la esponja áspera contra su piel, aquella donde se reflejaba su enojo y frustración, que inconscientemente incrementaba cada vez más al escuchar el caminar de su padre yendo de un lado a otro sin razón en la habitación de arriba—aquella donde tenía prohibido entrar. Tenía prohibido preguntar o sacar conclusiones "fuera de lugar" sin antes pedir autorización a su padre, cosa que a Louis lo hacía sentir atrapado y extremadamente agitado. Lo intentó esa misma mañana y falló. Trató de sacarlo con discreción, logrando sólo sonsacar a su omnipotente padre en un nivel supremo.

"La habitación" siempre fue un tema esencial en sus peores desvelos. Hubo múltiples intentos en donde los viajes de su padre se cruzaban con sus ideas revoltosas e intentaba entrar. Nunca hubo descuidos, pues descubrir sus intenciones tendría consecuencias perjudiciales en la relación con su padre; quien entendía su curiosidad, pero no calculaba hasta qué altura llegaba esa tal "curiosidad", y cuántas reglas Louis ya rompió bajo su cuidado.

Louis tenía una gran dependencia a su padre, Troy Austin. No tenían tanta comunicación padre-hijo pero sabía que le quería. Después del abandono de su madre, toda la responsabilidad cayó en Troy, y sin embargo, él se mantuvo al margen y cuidó de Louis siempre. Se encargó de cualquier enojo, accidente, descuido, e incluso cada uno de sus caprichos. Así que sí, Louis apreciaba a su padre. Era lo único que tenía en el mundo; su única compañía además de sus acuarelas y su gato Joel, los cuales llegaban a estresarlo un poco también.

El castaño abandonó la bañera después de retirar toda la espuma de su cuerpo por completo. Tomó la tela que acostumbraba a usar para secarse y salió directo a su habitación con su pomada especial para ardores. Su piel era sensible, casi tan sensible como es el chocolate al calor. No le gustaba descuidarse jamás, sólo no media cuan duro daba la esponja contra su piel de vez en cuando. Se untó aquella pomada en partes donde pasó la esponja de más, con un leve sentido de ardor. Escuchó un leve maullo y sonrió, leve, pero genuino.

Quería arreglar las cosas con su padre antes de la media noche, pues su cumpleaños era hoy.

Hoy cumpliría 16.

y quería algo grande.

No esperaba nada menos de su padre, fuese lo que pidiese, él lo traería a cualquier costo. Sabía cuán caprichoso lo había vuelto, y no podía culparlo de nada, porque siempre tenía escondido un extraño sentimiento en su pecho de que algo le faltaba pero él no lo podía explicar.

Nunca estuvo lo suficiente en ninguno de sus cumpleaños; nada llenaba ese vacío sin sentido, no después de los cinco, donde descubrió 'la ciudad encantada de la noche'. Un día donde su sueño fue tan ligero que despertó en la madrugada, confundido. Confundido al ver extrañas luces de los exteriores que relucían más de lo normal en la madrugada, a las doce, justo al comienzo de su cumpleaños. Esa ciudad se alumbraba cada 24 de diciembre, sin falta.

Louis siempre quiso ser parte de algo, pero nunca pudo, y todo por la infinidad de inquietudes de Troy.

Su padre no le dejaba salir, ni siquiera para tomar algo de aire o ver las pequeñas flores fuera de su balcón, porque "para eso está el balcón", el cual hizo su padre por él, esperando a que callara y olvidara ese tema en el que Louis no tenía el mínimo control de una vez por todas, pero nunca funcionaba.




Louis dió un leve vistazo sobre el umbral de la puerta y por ahí logró ver a su padre, quien escribía con tranquilidad sobre una hoja y un leve ceño fruncido lo acompañaba con él. Sentía su cuerpo tenso, su respiración se tornó pesada y sólo su ojo se asomaba con inseguridad.

Sin esperarlo, Troy soltó la plumilla y Louis escondió su cuerpo en la pared rápidamente. Maldijo su mal manejo de respiración, pues supo que ese fue el motivo que lo delató; quería correr pero sabía las consecuencias que eso atraería. Ya no sentía la necesidad de espiar y ya no podía respirar. Vio sus pies y los juntó, con nerviosismo.

—Hijo.

—Padre.
Sin dejar de mirar sus pies descalzos, caminó hacia la mesilla de Troy, con la cabeza abajo de vergüenza.

—Acércate.—Alzó la mano y le miró directamente. A paso lento Louis se acercó, justó como le indicó.
—¿Cómo notaste mi presencia?

—Eso no importa.—Miró devuelta al papel, y sin hacer cualquier contacto visual con el, siguió.
—Quería disculparme sobre la situación de la mañana, le tomé mucha importancia y olvidé que cumplías dieciséis por completo. —Levantó su ceja con egolatría y mostró sus inexpresivos ojos azules a Louis.
—Otro año más, y miles por delante, siempre estaré contigo, hijo.

—Gracias, padre.—Troy asintió y prosiguió escribiendo lo que fuese en aquella hoja.

Louis lo entendió, esta era la señal, el 'ahora o nunca'.—Te irás.

—Me iré dos semanas, Louis. No más. Te dejaré muchas manzanas, de esas que tanto a ti te gustan.

Se acercó rápidamente a su padre con su mejor versión de "por favor, déjame conseguir lo que quiero", y con un tono más suave de voz, contestó.
—No sé qué haré, padre.

—¿Qué, solo? no lo sé, Louis.—Negó, con poca expresión en su rostro.—No es algo nuevo, ya estás acostumbrado a esto.

—Yo lo sé, pero hoy es diferente, no es cualquier otro día de viaje.

Troy bufó.—No hay ninguna diferencia, al menos que tú me la hagas saber.

Para ello tomó un respiro, alzando junto a ello, su pecho. Necesitaba las agallas, llevaba bastante tiempo eligiendo las palabras que le diría a Troy para hacerlo cambiar de opinión, esas de sus tantas conversaciones frente al espejo, hoy era el día. No podía esperar otro más.

—Sí, es exactamente eso. Que ya tengo edad suficiente, edad en la que puedo...—Suspiró nervioso.—Salir.

—Cuida tus palabras, Austin.—El tono de su padre no lo hacía sentirse chico en lo absoluto, necesitaba carácter, tal como su padre le enseñó, y no podría tener un mejor ejemplo de ello. No se dejaría engatusar por las palabras de Troy, ya no era el niño inocente que complacía, asentía y creía. Debía imponer su carácter, el carácter que su padre le obsequió, porque de otra manera, no iba a aparentar nada a nadie.

El poder absoluto es algo que siempre ansió, a Louis no le gustaba que le subestimase más. Era mayor ahora, todo era diferente ahora. No podía dar vuelta atrás, pero sí un pequeño cambio de planes.
—Quiero muchas joyas, cientos.








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