Capítulo II

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No dejo de pensar en aquella noche, aquel veintiuno de octubre

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No dejo de pensar en aquella noche, aquel veintiuno de octubre... Han pasado cinco días desde entonces, no logro sacar el tema de mi cabeza y aborrezco lo que sucede. Me abalanzo sobre mi cama, enojado conmigo mismo y sintiéndome inútil, quiero ir a verla.

¿Será que voy? —me pregunto al instante.

Tal vez, su madre no me permita entrar ni menos hablarle, lo que le hice creer le dolió mucho; su mejor amiga me tuvo al tanto de ello y de un par de cosas que han sucedido pero ella merece una vida mejor y diferente; y esa vida no la tendría conmigo.

Cierro los ojos y lo primero que veo es a ella, su cabello castaño, su piel morena, su rostro pulcro y sereno, su sonrisa hermosa en sus labios carnosos que me encantan, sus ojos marrones mirándome...

Mi celular me interrumpe, tomó la llamada sin ver quién es.

—Hola, ¿es Wilson? —es una voz femenina.

Si hablas con el mismo, estúpida. —me digo a mí mismo con furia e ironía.

—Claro, hablas con él. Diga ¿qué necesita? —intento ser amable, pero estoy muy irritado.

—Soy Fátima —es su mejor amiga, mis alarmas se activan de inmediato—. Tengo que hablar contigo, es urgente. —enfatiza la última palabra.

Me preocupo aún más.

— ¿Dónde estás? E iré rápidamente ¿Qué le ha pasado? —la angustia y el miedo aumenta. Perderé la cabeza si le llega a pasar algo, le amo mucho para ello, sin embargo, le deje marcharse mas no soportaría perderla o saber qué le sucedió algo grave... Me destroza el alma de solo pensarlo.

Me explica rápidamente donde se encuentra, tomó las llaves del auto de mi padrastro (nuevo esposo de mi madre hace un par de años y padre de mi menor hermano), realmente no me importa si mi madre se llega a poner histérica por la acción que acabo de realizar sin su autorización, su esposo no diría nada por lástima, porque la mayor parte de las personas solo sienten compasión de mí y capaz hasta abogaría por mí.

Necesito saber de ella.

Llego rápidamente y me percato que es el mismo hospital donde siempre me han tratado desde que descubrieron mi patología. ¿Qué le pasaría?—me pregunto de inmediato mientras apoyo mi cabeza contra el volante.

No me lo voy a perdonar nunca, si es mi culpa. Fátima, su mejor amiga, me espera en las afuera del hospital. Se está mordiendo la uña de su índice, corro hasta ella y le doy una abrazo, en forma de saludo.

—Dime ¿qué haces en un hospital? —pregunto desesperado.

—Ha intentado suicidarse. —dice finalmente, sus ojos se cristalizan al instante. Se echa a llorar, le abrazó y le acarició el cabello en cuestión de segundos me uno su llanto y a su dolor se ha convertido en nuestro dolor. Hemos permanecido de la misma forma más de una hora, ella se aleja de mí y me observa mientras limpia su rostro, lo mismo hago con la manga de mi suéter. Saca de su bolsillo algún papel doblado y me lo entrega.

In my heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora