Las cosas estuvieron un poco incómodas por unos días. __(tn) se rehusó a hacer contacto visual, y apenas me hablaba en lo más mínimo. Quería disculparme, pero para hacerlo, tendría que haber admitido lo que sucedió. Parecía que __(tn) sólo quería olvidar.
La noche del viernes, __(tn) tuvo una cita. Él era un estudiante de segundo año en la universidad, y ella había estado enamorada de él desde que era un estudiante de último año en la preparatoria. Cuando le pidió salir, ella gritó con entusiasmo después de que colgó el teléfono.
Durante horas, fue de un lado a otro de la casa preparándose. De nuevo, nuestros padres estaban en camino a su cita nocturna e iba a estar encerrado en casa solo sin nada qué hacer. Me enfurruñé pensativo, mis brazos cruzados en mi pecho, mientras la miraba dar brincos por la casa preparándose para su cita.
Nuestros padres se fueron a las ocho en punto, y se suponía que su cita llegaría a las ocho y media. A las nueve y cuarto, él aún no se había presentado, y __(tn) estaba caminando de un lado a otro de la sala, moviendo las cortinas para mirar fijamente a la calle cada vez que unos faros pasaban por la casa.
—¿Dónde está? —se lamentó, echándole un vistazo al reloj en la repisa de la chimenea.
—¿Por qué no lo llamas? —Sugerí.
—¿Qué? ¿Y parecer desesperada? —Gruñó—. No puedo hacer eso.
—Sólo dile que estabas preocupada de que le hubiera pasado algo —dije.
—De ninguna manera —respondió.
—Haz lo que quieras —murmuré, apretando rápidamente el botón de encendido en el control remoto para encender la televisión.
Alrededor de las nueve y media, el teléfono sonó.
—Contesta —me ordenó __(tn).
Puse los ojos en blanco y suspiré, estirando el brazo para tomar el auricular inalámbrico sobre la mesita de café.
—¿Hola? —respondí.
—¿Está __(tn)? —respondió una voz masculina.
—Eso creo —dije, siguiendo el infantil juego de __(tn)—. Déjame ver. ¡__(tn)! ¡__(tn)!
__(tn) se me quedó viendo por varios segundos, y luego su mano salió disparada hacia mí. Puse el teléfono de golpe en su mano con mala gana.
—¿Hola? —preguntó, tratando de hacer que su voz sonara feliz—. Oh, ¡hola, Mike! No, está bien. Lo comprendo.
Su rostro cayó súbitamente.
—Oh —dijo débilmente—. Ya veo. Está bien. En otra ocasión, claro. Adiós.
Pulsó el botón de colgar del teléfono, y lo dejó caer al piso distraídamente. Se veía aturdida y me di cuenta que sus ojos comenzaron a brillar. Se dejó caer en el sofá y enterró la cara en sus manos.
—Oye —dije suavemente, moviéndome a su lado—. Oye, está bien.
La rodeé con mi brazo, ella se giró y enterró su cara en mi hombro, sollozando incontrolablemente.
—¿Qué pasó, __(tn)? ¿Qué dijo?
—Dijo que la primera chica a la que le pidió salir, la chica con la que al parecer quería salir en realidad pero que lo rechazó, lo llamó de nuevo y le dijo que después de todo sí podía ir —dijo con voz ronca, su voz amortiguada por mi hombro—. ¡Era su segunda opción!
—¿Qué? —jadeé—. ¡Ese tipo es un imbécil!
__(tn) siguió llorando, sus hombros temblando, apenas capaz de respirar. Sus manos se aferraron a la tela de mi camiseta y la apretaron ferozmente.