Capítulo 39

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Marcello Barszach

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Marcello Barszach

Desde que la conocí supe que sufría, supe que la vida no me dejaría tener a una mujer como ella, de manera tan fácil. Sabía que debía luchar para ganar su confianza, su respeto y aspirando mucho... su corazón.

Un hombre sabe cuándo es la mujer indicada, sabemos quién es la que será dueña de tu corazón. Yo lo supe desde que la vi bajando las escaleras, cuándo mi corazón se detuvo, cuando la toqué y todo dentro de mí tembló. Sabía que Sophia seria mi perdición... y no me equivoqué.

Mientras estoy de pie mirando las puertas del elevador cerradas, me obligo a no ir por ella. A no rogarle, a no soportar más dolor.

Ha sido suficiente, me repito, ya no más.

Me resbalo por la pared hasta quedarme sentado mirando esas puertas que al cerrarse se han llevado a la mujer de mi vida, a la única mujer por la que soy capaz de renunciar hasta de mi nombre.

Ya he vivido esto, ya he sufrido este dolor. Lo conozco, sé cómo controlarlo, sé cómo dominarlo, pero en esta ocasión creo que es mucho más fuerte y sé la razón. He sido yo quien le ha dicho adiós... ella ha venido a disculparse, ella ha venido a mí, como hace dos días, pero luego se fue... y tomó la mano de otro hombre. Prometí que no le rogaría más, y no cumplí mi palabra...

No volverá a suceder, no dejaré que siga jugando conmigo, no lo permitiré.

Ella vino, ella vino a buscarme, ella se equivocó...

Intento ponerme de pie pero esa parte de mí que aún funciona con claridad me lo impide. Lucho conmigo mismo porque estoy divido entre lo que quiero hacer, y lo que debo hacer.

Ella se disculpó... ella vino por mí.

No, ella se fue con otro... no puedo caer otra vez, no de nuevo... no otra vez.

El sonido del elevador me acelera corazón, duele, duele mucho y no puedo respirar.

Ella volvió, no se fue... ella volvió.

Mi corazón late con fuerza deseando que sea ella, que así como yo regresé mil veces aun cuando me echó de su vida, ella también lo haga. Miro esperando que ella aparezca, sé que no podré decirle adiós, sé que no dejaré que mi orgullo hable y la perdonaré, como siempre. Solo quiero verla, quiero que diga que me ama, solo eso... solo eso.

Las puertas se abren y la decepción me golpea sin piedad cuando veo a mi hermano.

—     ¡Marcello!

Él corre hacia mí, se arrodilla a mi lado y me mira con preocupación.

—     ¿Qué hiciste? —La dejé ir, le dije adiós— Por Dios, no puedo creer que estés haciendo esto...

Demente Amor - Los BaccherelliWhere stories live. Discover now