Capítulo 8: Me Vuelves Loco.

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El momento de cursar las clases había llegado. Al fin comenzaría la universidad. Mi madre me llamó por teléfono temprano para desearme suerte en mi primer día. Pensaba convertirme en una psicóloga. Siempre había soñado con ello. Esperaba que nada me distraiga de mi objetivo, pero nunca imaginé que vivir con los muchachos sería complicado.

Todos comenzaban las clases hoy. Así que juntos, desayunamos temprano y nos fuimos hacia el campus.

Tuve que correr hasta encontrar el aula donde iba a tener mi primer clase ya que se me hizo tarde por quedarme conversando con los muchachos. El profesor, un anciano de unos sesenta y algo me miró con disgusto por interrumpir su discurso de bienvenida.

No sabía dónde ubicarme por lo que terminé sentada en el primer asiento libre que vi. Me senté junto a una chica que parecía muy tímida. Se veía nerviosa y no dejaba de tomar apuntes.

-Soy Emma-Saludé.

-Soy Greta. Un gusto conocerte Emma-sonrió y le devolví el gesto. Ella era realmente hermosa. Su oscuro y lacio cabello le llegaba hasta la cintura y tenía un cuerpazo, digno de una modelo. Yo me sentía un minion a su lado.

Tras terminar nuestra primera clase, decidimos ir juntas a la siguiente y así con todas. Hasta que, con la llegada del mediodía, llegó nuestro momento de volver a casa.

Supe que ella se estaba quedando a tan solo unas cuadras de nosotros, en el apartamento de su tía. Junto a su primo.
Así que volvió a casa caminando con nosotros. Los chicos la inspeccionaron de arriba a abajo. Sabía que a mi hermano y a Tomi les había gustado. Al menos Mateo y Nacho no le dieron importancia. Ellos aún actuaban raro. Especialmente Mateo.

Cuando estábamos por llegar vi esa maldita moto venir hacia nosotros. Y justo se detuvo en el semáforo que estaba en la esquina de nuestro departamento.

Que no sea el
Que no sea el.

El motociclista levantó su casco y con tan sólo ver su sonrisa pícara supe que era el.

-Hola enana.

Rodé los ojos.

-Idiota-respondí.

Cuando el semáforo se puso en verde el desapareció a toda velocidad.

Mi hermano no dijo nada, pero entró a casa hecho una furia. Me despedí de Greta que debía continuar unas cuadras. Junto a Tomás, que como todo galán se ofreció a acompañarla. Y entré a la casa directo a hacerme un sandwich. Estaba muriendo de hambre. Nacho se sentó a mi lado y comimos juntos. Hablamos de nuestro primer día de clases y luego se fue a su habitación.

Martín salió y Mateo se recostó en el sofá a leer un libro. Me mataba esta situación entre el y yo. Quería que todo fuera como antes entre nosotros. Solíamos conversar por horas. Siempre me entendí mejor con el, que con el resto de los chicos. Es como mi alma gemela.

Me hice la tonta y me senté a un extremo del sofá. Me miró detenidamente y sonrió. Pero no dijo nada. Fui por más y apoyé mi espalda sobre sus piernas.

-¿Estas enfadado conmigo?-pregunté haciendo un puchero. Mientras pestañaba de forma exagerada.

-No podría enfadarme contigo Emma. Ven aquí-soltó el libro, me tomó entre sus brazos y me recostó sobre su pecho. Luego comenzó a acariciar mi cabello.

Me encantaba cuando hacía eso.

-Sabes que te adoro tonta. Solo que últimamente no soy yo mismo. No sé qué me sucede.

-Puedes hablar conmigo. Lo sabes. Y yo también te adoro-añadí, y besé lentamente su mejilla. Pero algo había cambiado. Podía sentir a mi corazón dando una batalla dentro de mí. También sentía como subieron sus pulsaciones al acercarme a él, mientras estaba en su pecho. Ese beso fue sumamente incómodo. No como antes. Cuando éramos más chicos.
Cuando sus ojos se fijaron en mis labios se me cortó la respiración. Creí que me besaría, y por un momento quise que lo hiciera. Pero el besó dulcemente mi frente.

Quieren Volverme Loca ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora