No te gustaba el café. Pero lo hacías todas las mañanas sólo porque a mí me gustaba el olor.
Me gustaba que lo dejaras enfriar en la encimera de la cocina y acabara bebiendolo yo mientras tú leías tu tesis. Esa tesis que nos arrancó los sueños y las ganas. Pensaste que todo iría bien, pero nunca puede ir bien si solo estaba yo. Era una relación de una parte, de la mía. Tu parte se la había llevado Alemania y junto a ella te llevó a ti.
Mi cuerpo se quedó solo y tu dijiste que volverías y que me pensarías. Pero pasaron las llamadas y tú no contestabas. Te habías ido y te llevaste tu tesis.
Ya no había olor a café en casa, y no nos engañemos, a mí tampoco me gustaba su sabor.