Introducción...

54 6 1
                                    

Asistimos juntos a la escuela, si puede sonar muy cursi pero no es tanto como pensáis; mismo curso, casi el mismo asiento, mismos horarios. Inevitable no verlo. Rubio, de ojos color miel y un metro noventa, ¡cómo no verlo!
Mi amiga opinaba que provocaba nauseas en el noventa PORCIENTO de las alumnas mujeres del colegio, éramos menos de cincuenta, eso nos deja en un porcentaje de cinco chicas a las cuales podía llegarles a parecer atractivo. Obviamente para una misma y su autoestima es un gran alivio saber que el bombón que te gusta está guardado bajo tu mirada.
En fin, mis suspiros, mis pensamientos, y hasta mis sueños, eran y son de su propiedad. Cada tema provoca una reacción hacia su nombre. Apenas nos despedimos, y deseo volver a verle. Paso horas de mi día pegada al celular esperando su respuesta o imaginando situaciones románticas que suelen suceder solo en las películas. Es mi razón de sonreír muchas veces a la semana. Con el sólo hecho de voltearse a pedir prestado un lápiz ya se roba los latidos de mi corazón de todo un mes.
Aunque suene algo cursi descubrí que estoy enamorada de él, de cómo discute un tema sabiendo que no tiene razón, de como todos los jueves llega de mal humor a la escuela hasta que conversa con los chicos, de cómo disfruta su tortita con azúcar, de la carita que pone cuando quiere algo, de su forma tan rara de tomar el mate, de su extraño modo de peinar su cabello, de su forma de correr, de sus ojos, su sonrisa, sus mejillas, de cómo se acomoda la ropa cuando se levanta de la silla, de cómo mi nombre sale de sus labios, y así puedo seguir hasta describir cada acción de sus días.
Nos conocemos desde hace tres meses y sin embargo tengo la sensación que sólo llevo un par de minutos platicando, cuando logro aprender algo de él y siento que lo conozco un poco más, me deslumbra con millones de maravillas nuevas. Es cómo una botella de agua fresca en los días de mucho calor, cómo un buen abrigo en los días muy fríos, o cómo algo bien dulce para cuándo hay ansiedad.
Si pudiera observarlo 24/7 créanme de que lo haría, pero sólo existe un pequeño inconveniente, una distancia de más de 17 kilómetros nos separa. Él vive en plena ciudad, a diez cuadras contadas de la escuela. Mientras que mi lugar en el mundo se encuentra en las afueras, en una campiña habitada por un par de vecinos y nosotros.
Y así poquito a poco, palabra a palabra y semana a semana nos vamos conociendo de a puchitos. Aunque quisiera que nuestra historia fuera cómo las de cuentos de hadas que me leía mi mamá cuando era chica, sé que lo que más deseo es que nuestro cuentito jamás termine.
Y de sólo pensar en su nombre provoca que hasta me vuelva poeta y nacen de mí frases cursis como esta: Amo como me mira y amo mirarlo; lo amo a él y la peor parte es que no sé cómo decírselo.

EL SABOR DEL CHOCOLATEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora