Capítulo III

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Subieron por Cornú hasta llegar a Sarmiento, doblaron hasta topar en 9 de Julio, y una cuadra antes de llegar a los Sauces doblaron a la izquierda, ahí en la esquina frente a la plaza, su casa sobresalía del resto; al lado de lo que parecía una pared llena de grafitis un gran galpón con portón de chapa y sin techo ocupaba ¼ de la vista.

Franco abrió con dificultad la puerta, le costó demasiado encontrar la llave en el bolsillo de su mochila y, aunque, Guada intentó ayudarlo sosteniendo la bici, el rubio no aceptó la ayuda que ofrecía su amiga. Una vez adentro un gran patio los invitó a pasar, sobre sus cabezas un enorme parral lleno de uvas secas o pasadas cubría el cielo en plena siesta. Pasaron hasta el taller del padre del chico, Franco dejó la bici guardada y le indicó a Guada el camino a la entrada de su casa.

-No hay nadie  ¿sabes?

-¿Y tus papás? ¿Comemos solos entonces? ¿A qué hora vuelven?

-Están de viaje... iba a decírtelo pero estabas hablando con tu mamá. Y después me olvidé.

-...

Un silencio incómodo reinó en el ambiente, Franco se apresuró a abrir la puerta de entrada, la invitó a pasar con un pequeño movimiento de la mano, y la siguió cerrando la puerta detrás de sí.

-Sentáte si querés... Mmmm ¿Preparo unos mates?

-Bueno... dale, ¿Qué vamos a comer?

-¿Hacemos fideos con tuco y albóndigas? 

-¡Amo los fideos! Acepto el menú, pero... ¿Vos vas a cocinar?

Guada no pudo ocultar la cara de asco,  depositó su mochila y campera en la silla, dos perros que antes no se habían percatado de la presencia de los chicos, empezaron a saltar al reconocer a su amo y a la nueva invitada, olisquearon la ropa, zapatillas y mochila de la chica, movían la cola festejando la amistad recién lograda. Ella acarició la cabeza de cada uno y apoyando los festejos con frases como "¿Quiénes son los perros más lindos del mundo?" o "Que peshosidad".

Franco la interrumpió con un carraspeo.

-¿Te lavas las manos y empezamos a cocinar? O preferís comer comida con perro. 

Guada mostró cara de enfado, no le agradó nada que la interrumpiera mientras acariciaba a sus nuevos amigos.

-Ya voy genio.

Funfurruñó en voz baja mientras seguía al chico por un pasillo bastante largo, luego de pasar por dos habitaciones cerradas, a la izquierda una puerta de madera abierta dejaba ver en su interior un lavatorio, una bañera y el resto de un cómodo baño familiar.

-Te espero en el comedor Guada.

Franco desapareció por el pasillo, ella cerró la puerta detrás de sí; se lavó las manos con agua tibia y un jabón líquido que olía a frutos rojos, observó su imagen en el espejo pequeño, se retocó el pelo, estiró un poco su remera y luego de revisar nuevamente la imagen se encaminó hacia el comedor. Al entrar se encontró a los perros sentados en el sillón, esperando que su dueño les tirase algo de carne de la que estaba cocinando.

-¿Haces la salsa y las albóndigas? Yo cocino los fideos, canté gané.

-Prefiero hacerlo yo a que me envenenes master chef.

Guada dejó escapar una risita, los perros festejaron el comentario moviendo de lado a lado la cola, Franco la fulminó con la mirada y achicando los ojos sonrió algo molesto.

No te hagas el enojado! ¡que me estás haciendo cocinar cuando soy tu invitada!

-¡No cocino tan feo!

-Bueno ignoremos tu comentario, ¿a dónde está la cebolla y la carne?

-Te dejo todas las cosas sobre la mesada.

Franco tomó todos los ingredientes que Guada escribió en una pequeña lista  y los depositó en la mesa de la cocina. Ella lista para empezar se puso un pequeño delantal prestado y tomó un cuchillo del seca platos. Mientras cortaba la cebolla y calentaba aceite en un sartén, Franco le pasaba algún que otro mate, cuando se desenchufaba del celular.

La melodía de BTS Boy Wiht Love resonó por el comedor, Guada observó un momento la mochila, en el bolsillo chico, el teléfono vibraba sin parar.

-¿Podrías contestar Franco por mí? Tengo las manos llenas de carne molida.

Franco abrió el bolsillo, tomó el celular y leyó en voz alta el nombre de la persona que llamaba.

-Es Manuel..., ¿por qué te llama?

-Yo que sé Franco, ¡sólo podes contestar!

Apresurado contestó deslizando el botón verde hacia la derecha, del otro lado se escuchó un "Hola?" pasajero y bastante bajo.

-Manuel? Soy Franco, que mierda querés?

Guada limpió sus manos y ofendida, le arrebató el celular de las manos, le mostró una mirada fulminante y atendió con la máxima dulzura posible.

-Hola Manuel, ¿sucedió algo??

Mientras se enfrascaba en una conversación que parecía iba a durar mucho, Franco, revolvió los fideos y empezó a poner la mesa, ofendido por la demora de la charla, se sentó a observarla.

La modulación de sus palabras lo tenían embobado, una sonrisa inexpresablemente dulce jugueteaba en torno de sus labios rojos y carnosos, de los cuales escapaba de tanto en tanto un dulce suspiro o una frase a medias pronunciada.

La modulación de sus palabras lo tenían embobado, una sonrisa inexpresablemente dulce jugueteaba en torno de sus labios rojos y carnosos, de los cuales escapaba de tanto en tanto un dulce suspiro o una frase a medias pronunciada

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-Franco!!! Los fideos!! Se está cayendo el agua de la olla!!!

Guada había tenido que cortar la llamada, recogió los pocos fideos que quedaban en la olla y observó el desastre que había quedado en la cocina; todo el piso lleno de agua y fideos, las hornallas, cubiertas de comida.

-Qué estabas haciendo?? No te diste cuenta que estaba chorreando la olla????

-Sólo estaba ahí.

La carcajada femenina resonó en toda la casa, se sumó la de Franco que aunque no entendía bien por qué reía a todo pulmón.

-Ya fue genio, comamos las albóndigas no más.

Sin poder contener la risa, Guada volvió a reír mientras servía las bolitas de carne en cada plato y se acomodaba en su silla al lado de su amigo.

EL SABOR DEL CHOCOLATEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora