Sentado, frente a su lujoso escritorio que exhibía una placa dorada con su nombre, estaba mi jefe leyendo atentamente unos papeles encima de este. Quizás no tan atento, puesto que al ingresar abrió su boca y me dedicó un "¿Qué quieres?".
–Escúcheme.
Con interés poco mostrado, despegó sus ojos tan lentamente que la piel se me erizó. Tan solo bastaba una mirada para ponerme en contra de mi propia decisión, y realmente no tenía ninguna. No tenía ningún plan, no quería alguno. Solo sé que no puedo dejarlo solo, que no puedo dejarlo literalmente. Y que tampoco puedo dejarlo explotarme.
–Lo hago.
–No es justo.
–La vida no es justa, doctor. Creí que ya lo sabía, que había vivido y comido mierda para finalmente llegar a mí.
–Puede que la vida no sea justa, pero, usted no es mi vida. Debería ser justo.
–En algo tienes razón, no soy tu vida. Tu vida me pertenece. Y soy justo, tan justo como para eliminar a la escoria de superhéroes, aquellos ególatras que mendigan atención salvando el mundo con una moral tan falsa como sus poderes. ¿No es acaso esa la razón por la que estás aquí?
–Sí.
–¿Entonces que te hace dudar?
–Usted.
–¿Yo?
–La hipocresía podemos dejarla para después; usted me prometió no lastimarme.
–No he puesto una mano en ti desde ese día.
–Hay más maneras de lastimar a una persona.
–Por favor, Flug. Eso es irrelevante.
–Me gusta. Me gustaba, o no lo sé. Y estoy malditamente harto de todo ya. No comprendo nada de lo que quiero, no sé ahora si realmente lo que alguna vez me prometió con sus ideales son reales, si mi meta era ser inventor, un perro, un esclavo, o cualquier otra mierda.
La bolsa que cargaba con mis emociones faciales me abandonó junto con mis gafas, gracias a mis manos. Quedó destruida, en el suelo, a pedazos.
–Porque eso es lo único que sé que soy: cualquier mierda. Al menos eso debo agradecérselo.
–Flug, no tienes quince años.
–¡Y qué! Soy una persona, una que no vivió una vida justa. Todo respecto a ella era un agujero sin fondo, que a medida que crecía fui cavando. Créame cuando le digo que ni siquiera planee esto. Tampoco planee un escape, ni una renuncia inútil y obsoleta.
–Bien. Entonces, sigue con el trabajo hasta asegurarte de tenerlo todo listo. El villano está aquí, esperando por mí.
–Black Hat.
–Flug, no soy tu amigo para escuchar tus problemas, no soy tu padre para aconsejarte. Solamente soy tu jefe y amo, y como jefe, eso fue una orden.
–Sí señor...
Él se levantó de su silla oscura, acomodó su traje y pasó a mi lado. Se detuvo, y sin mirarme, habló nuevamente.
–Hablaremos luego.
Le di tantas vueltas a ese luego, esperé por tanto tiempo a que ese don nadie se sintiera a gusto con mi creación y que abandonara la mansión con el placer de saber que derrotaría a su enemigo. Estaba ansioso por saber qué podría decirme, porque sabía al menos que no debía ser algo malo, ni siquiera se hubiera molestado en posponerlo.
Odio convivir con este sentimiento de ambigüedad.
–¿Cuál es tu problema?
–Usted lo es.
–¿Por qué lo soy?
–Trae mi mundo dando vueltas, señor. Un día puedo estar... Feliz a su lado, al siguiente puedo temerle, y unas cuantas horas después estar apunto de dejarlo todo.
–¿Y tu forma de dejarlo todo es rompiendo tu estúpida bolsa y tirarla al piso?
–Fue un simbolismo que claramente, no comprendió pero... Es todo lo que soy. Frente a usted, solo me percibe como una bolsa parlanchina con lentes grandes, que por razones del azar, puede moverse.
–Te seré sincero. Te concibo como un subordinado más, y entre nosotros solo debería existir esa relación. Pero todo lo que acabas de decir, es basura. Lárgate de aquí.
–Pero-
–Vete.
–¡Es eso a lo que me refiero!
–¿Qué...?
–"¿Qué...?" Usted, esa actitud. Al menos podría intentar ser empático, necesito ayuda.
–¿Ayuda para qué? ¿Para agradecerle a un doctor y conmemorarlo como héroe? ¿Es eso?
–¿Es ese tu problema? ¿Por eso no quieres dejarme ir?
–No me faltes el respeto. No olvides quién soy yo.
–¿Es su estúpido discurso de "No glorificar" por el que hoy estamos trabajando para usted en deplorables condiciones? ¿Es por eso que no te puedes sentir contento consigo mismo? ¿Es porque no quieres que ninguno de nosotros te pise que actúas como un lunático amo?
–Al menos yo no fui el idiota que firmó el contrato.
–¿Con qué rostro puedes aceptar tal afirmación? Digo la verdad, ¿No? Yo pensé, ¡Juré! Que usted era un buen modelo pero, al final tenía razón en algo. No hay que glorificar y llamar 'héroes' a los tales hipócritas con una moral tan real como sus poderes.
