¡La princesa se ha perdido!

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Por todo el castillo se escuchaban los gritos de alarma, y de un lado a otro corrían guardias y sirvientes en busca de la princesa, que había desaparecido como por arte de magia.

Preocupados, su padre el rey y su amado el príncipe, reunieron al consejo real, colmado de sabios ancianos y experimentados generales.

—¡Debemos atacar sin demora! —gritaron algunos.

—¿A quién? —preguntaban otros.

—¡Al dragón! —afirmaban todos al unísono.

El dragón cargaba la culpa de la mayoría de los males de manera predeterminada, por lo que encabezó la pequeña lista donde se encontraban los principales enemigos del reino que podrían haber capturado a la muchacha. Entonces el joven príncipe reunió a sus mejores hombres y marcharon hacia la guarida de la bestia.

Ya en las cercanías se divisaba la vieja fortaleza, hogar del dragón. En uno de los torreones de la edificación, el más alto y ancho, se notaba una intensa actividad, pues de sus ventanas salía una gran humareda que se esparcía alrededor de todo el lugar.

La comitiva continuó acercándose. El humo los alcanzó, brindándoles una sensación donde miles de carretas de cannabis se quemaban.

—¡Esa es la exquisita fragancia que siempre rodea a mi amada, la bestia la ha asesinado! ¡A la carga! —gritó el príncipe. Y salieron disparados castillo arriba, hasta que los caballos no pudieron subir más escalones y no les quedó otro remedio que desmontar.

El primero en entrar fue el príncipe, quien abrió la puerta de una patada y casi se fractura la pierna. Los caballeros lo siguieron, pero apenas podían respirar a causa de todo el humo que los recibió. Después de un rato los recién llegados comenzaron a adaptarse y lograron divisar al dragón.

Se encontraba patas arriba, fumándose un gran porro, donde el príncipe imaginó que estaría envuelto su desventurado amor. Rodeando a la bestia, unas doce princesas jugueteaban con sus escamas y de vez en vez se le subían encima de la barriga.

El príncipe se horrorizó con una extraña visión, donde el dragón había raptado a veinte muchachas y ya se encontraba fumándose la octava. Al pensar en el destino sufrido por su amada, no dudó en enfrentarse verbalmente a la bestia, pues la pierna aún estaba acalambrada y en combate físico le sería una desventaja. Y pese a que su oponente ya había alcanzado el nirvana, el joven fue vencido.

Derrotado en la calurosa conversación, el príncipe por su amada rogó; y el dragón, que cuando fumaba se ponía romántico, le dijo que la princesa no se encontraba allí. Era una de las invitadas, pero nunca apareció. Por último, la amable bestia anunció, que por consideración a la pareja de enamorados, se uniría a la búsqueda.

Una vez descartado el dragón, las sospechas caían sobre el señor de la oscuridad, un terrible mago del cual solo se conocía su adicción a las tinieblas y al sufrimiento.

El viaje no fue fácil, aunque era corta la distancia. Tuvieron que atravesar algunas leguas de bosques secos, donde el calor y el sol derretían las armaduras. El dragón llegó a afirmar que se medían más grados en el ambiente que dentro de su estómago. Por suerte los caballeros aún no consumaban los votos de siempre estar en armaduras y atravesaron el resto del trayecto en camisetas, mostrando sus sudorosas y un poco gordas barrigas. El príncipe sí había realizado los votos...

Ante ellos se mostraba la torre del terrible mago, blanca como la nieve y adornada con miles de farolitos de color rosa. A su alrededor unas cuantas cometas de vivos colores eran empinadas por unos niños que corrían felices en un placer junto a la edificación.

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⏰ Última actualización: Jan 08, 2019 ⏰

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