Vástago.

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Cuando Hannibal pensó, meramente, en tener un hijo, se lo imaginaba como un niño fuerte y sanó.

Por lo tanto, grande fue su sorpresa, cuando se enteró que, en la clandestinidad de un sótano pulcro, Wil Graham dio a luz a su hijo.

Un bebe sumamente pequeño y enfermizo, cuya vida dependía de una incubadora altamente calificada. Donde tubos largos de silicona, se encargaban de dar aire a sus débiles pulmones.

Frederic se había encargado de Wil durante aquel embarazo no planeado, y lo habia llevado a termino, para después mantener a la criatura con vida. Pero claramente, la ausencia del alfa, habia afectado al omega embarazado.

Un verdadero milagro médico que el niño allá nacido vivo. Y que Wil allá podido permanecer oculto de el, durante meses tan largos.

Pero ahora Hannibal los encontró, sorprendido por el fruto de ambos y disgustado por la obvia debilidad de su vástago.

Dió un pasó y al momento en que Frederic lo vio, percatándose de su preferencia, se había apartado dócilmente, temeroso de el. Algo que su narcisismo saboreó con gusto. Deleitado, por aquel poder que se le brindaba.

Wil, por otro lado. Quien había permanecido custodiando a su hijo, a un lado de la incubadora, se posicionó entre el y el bebe. Sacando sin dudar el arma. Se lo veía débil y fatigado. Cosa que Hannibal no cuestionó.

Estos meses debieron ser una verdadera tortura para el. Se lo veía diez veces peor que cuando su cerebro hervía. Y fácilmente se lo podía imaginar recostado en una camilla, con la sangre abundando entre sus piernas y el sudor bañandolo.

Ese nacimiento lo había destruido, tal vez por completo.

Wil merecía algo mejor, una experiencia sin tanta dificultad y Hannibal se la brindaría. Solo debía borrar la falla, para proseguir a remplazar las consecuencias no gratas.

Ser apuntado con un arma, no le causó preocupación, pues, podía notar a Wil tambaleándose. Tan débil, flaco y pálido. Fue cuestion de segundos, mientras el seguro era desbloqueado, que Wil perdiera el equilibrio y cayera. Para permanecer en el suelo, desmayado.

—¿Podrías atenderlo? — pregunto por mera cortesía a Frederic, pasando de el, hasta la incubadora.

Por un segundo escaso, Wil pereció reponerse, solo para tomarlo de la pierna, con un débil agarré, para rogarle. En susurros, un dolido. «porfavor, no...».

— tranquilo, será honrado.

Tranquilizó el caníbal. A dos centímetros de la cena.






Cuando Wil despertó, se halló a si mismo en una silla de ruedas. Habia suero a su lado y frente a el... Frente a el, la mesa estaba puesta.

Segundos le tomó comprender, he imaginando lo peor, el llanto no se hizo esperar. Lágrimas gruesas salieron de sus cansados ojos, mientras la puerta de la cocina era abierta.

Hannibal emergió de ella, radiante, con la bandeja entre sus manos. Y Wil rompió en un llanto mas desgarrador. Mientras su garganta se cerraba.

La debilidad lo hacía permanecer sentado, incapaz de sentir sus piernas dormidas. Sin ceremonias y sin demoras, la bandeja fue puesta frente a el y la tapa fue lentamente levantada.

Sus ojos horrorizados y su corazón roto, apenas le permitieron respirar. Mientras, lejanamente, escuchaba la voz de su alfa, susurrando: «La cena esta servida».

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