4. DILEMA

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Contemplo la infinita escalera, intentando llegar visualmente más allá de la densa bruma acumulada en la cima.

—Vamos —dijo poniendo un pie sobre el primer escalón.
—En está ocasión no podré ir contigo.

Kikyo volteó a ver a Naraku con miedo. Pidiéndole en un lenguaje no verbal una explicación a dicha negativa.

—Soy un híbrido —explicó y alzando la vista, obligó a Kikyo a entornar su mirada hacia donde él veía: las escalinatas —este lugar es contrario a mi naturaleza, apenas ponga el primer pie en el escalón y seré purificado al instante. Tienes que ir sola.
—No fue lo acordado. Debiste advertirme antes.
—Cuando llegues al templo —comenzó a decir sin verla —vas a encontrarte con el guardián.
—¿El guardián? —repitió temerosa.
—Un arma tan magnifica como esa, no podría estar sin protección.
Kikyo entonces retrocedió y encarando a su aliado, replicó: —Empiezo a creer que ocúltame información es de tú gusto personal.

Los oscuros ojos rojizos de Naraku la enfocaron. Sonreía de lado amargamente.

—Mi intención es protegerte.
Kikyo arrugó la frente en señal de desacuerdo.
—Tus intenciones parecen más bien mantenerme controlada —azuzó dando un paso al frente —y si voy a continuar en este camino contigo, necesito toda la verdad.
Naraku enarcó ambas cejas.
—¿Segura?
—Absolutamente.
—¿Qué quieres saber?
—¿Cómo es que sabes tanto de la Perla de Shikon?
—Yo era uno de los sacerdotes que custodiaba los aposentos de la Guardiana de la Joya.

Kikyo abrió desmesuradamente los ojos sin creerlo.

—Imposible —murmuró escaneándolo de pies a cabeza —eres un híbrido ¿Cómo es que...?
—No siempre lo fui —y caminando hasta una piedra más cercana tomó asiento —antes de ser lo que ves, fui humano.
Cada vez más sorprendida, se dispuso a seguirlo para escucharlo con claridad.
—Mi antiguo nombre era: Onigumo. Sumo sacerdote del templo de Shikon, encargado de resguardar, proteger y aconsejar a la Guardiana Suprema: Kagome —nombró ácido.
—Escuche los rumores de que ella también necesitaba protección pero nunca indague razones.
Naraku resopló.
—El poder que resguarda esa chiquilla es inmenso, tanto así que ni ella puede digerirlo del todo. Muchas veces entró en un trance catatónico durante el proceso de purificación de la Joya —hizo una pausa para mirarla a los ojos —nuestro deber era mantenerla controlada y por ningún motivo podíamos permitir que ese poder se explayara fuera del alcance de lo permitido.
—No entiendo.
—Kagome purificaba a la Perla con el objetivo de que su poder no se desbordara sin embargo los retazos de energía que la Joya dejaba escapar eran absorbidos por el cuerpo de la chica —Naraku sonrió indiferente hacia la lejanía —la función real de la Guardiana es ser el recipiente de esa energía.

Kikyo meditó, pensando en cada uno de los nuevos detalles descubiertos.

—Entonces es por eso que cada determinado tiempo cambian de Guardiana.
—Las jóvenes viven poco, ninguna a logrado sobrevivir después de los veinte. 
—¿Y qué pasa cuando la energía de la Perla no es purificada?
Naraku ensombreció sus facciones.
—Inicia un patógeno —dijo firme —la muerte se extendería por toda la tierra y no existiría criatura alguna que pudiera sobrevivir.

Hubo un momento de silencio. Donde ambos seguramente procesaban el diálogo.

—¿Y como es que llegaste a...?
—Kagome tenía prohibido convivir, hablar o ser vista por cualquiera que no fuera un miembro del templo. Una regla que ella rompió al escaparse por primera vez de su recinto personal —apretó la mandíbula y por un segundo Kikyo pudo atisbar un destello violáceo en sus ojos —ignoró cuantas veces logró escaparse, lo que supusimos es que en alguna de esas ocasiones se encontró con el Lord del Oeste y comenzó así el inicio de la catástrofe que ya conoces.
—¿Supusieron?
—El resto de los sacerdotes y yo.
—¿Qué pasó entonces?
—La inconsciente se enamoró y por mala fortuna fue correspondida —apretó los puños hasta ponerlos en blanco —cuando nos percatamos de lo que sucedía fue demasiado tarde. Recluirla lejos del alcance de ese demonio pareció buena idea al principio, después de todo aún la necesitábamos para que continuara con la causa; fui yo quien sugirió un cambio de Guardiana pero los demás se negaron.
—¿Por qué?
—Kagome posee la habilidad de distribuir a su antojo la energía de la Perla. La cual nos brindaba a nosotros para fortalecer nuestro poder.
—A costa de su vida —señaló Kikyo comprendiendo.
—Un sacrificio que supuestamente ella entendía —entonces tensó la quijada y afiló sus ojos —el tópico terminó mal. Él Lord del Oeste irrumpió en el templo de improvisto y fue matando uno a uno de los miembros que se negaba a decirle donde estaba Kagome. En respuesta lo atacamos... —parecía que la furia empezaba a embriagarlo repentinamente —en algún momento, Kagome logró salir de su encierro y cuando llegó a la sala mayor y contempló el cuerpo ensangrentado de su amado perdió el control —se puso de pie de un salto, dándole la espalda a la mujer que seguía escuchando atenta —no vimos venir el desborde desmesurado de su energía errática. De un momento a otro, las cabezas de uno a uno de los sacerdotes fueron arrancadas de sus cuerpos, desmembrados y extinguidos, después el fuego se extendió en algún punto y los que logramos escapar fuimos alcanzados por las llamas del infierno —inhaló y exhaló hondo —mis heridas fueron mortales, no existió parte de mi cuerpo que no estuviera quemada. Perdí el rostro y las ganas de vivir empezaban a extinguirse cuando se me ocurrió una idea: sobrevivir.
—Supongo entonces, invocaste a una gran masa de demonios para que devoraran lo que quedaba de tu espíritu.
—Mi ultima opción para adquirir un cuerpo y moverme con libertad.
—Entiendo —se puso de pie —¿Y que buscas realmente?
—Quiero la Joya para mi uso personal.
—Acabas de decirme literalmente que ese objeto es portador de muerte.
—Este nuevo cuerpo tiene una falla —dio media vuelta para volver a encararla —necesita consumir energía cada determinado tiempo, de no hacerlo mi óbito llegará más rápido que un anochecer.
—Y la Perla de Shikon sería tú fuente inagotable de energía.
—Así es.
—Infiero entonces Kagome se llevó la Perla consigo.
—Una lógica inexplicable si me preguntas.

Kikyo también lo pensaba de esa forma. Si la Perla consumía su vida conforme iba purificándola ¿Por qué se la había llevado? ¿Pretendía seguir con su labor a costa de su vida?

—Los hombres —dijo al fin —los soldados que nos ultrajaron ¿Los conoces?
—Si —respondió Naraku —Bankotsu es el General al mando de la vigilancia del Templo Mayor, sitio donde Kagome permanecía enclaustrada. Una razón más para excluir el argumento que escuchaste.
—Sé bien lo que él dijo.
—Acabo de explicarte lo que en verdad pasó aquel día y me es prácticamente imposible creer que Sesshōmaru...
—¿Sesshōmaru?
—Es el nombre del Lord del Oeste —aclaró —heredero al título por la casa de la Luna. El DaiYoukai más temido de todos los tiempos.
—Podrá ser todo lo fiero que mencionas pero sé bien lo que escuche ese día. Bankotsu buscaba a Kagome y por las palabras de ese... —en su memoria se clavó el rostro de aquel maldecido animal —intuyó existía un enamoramiento por parte de él. Mencionó la frase <<tú preciosa Kagome>>.
Naraku entrecerró los ojos.
—Probablemente él albergaba sentimientos hacia ella pero dudo mucho la probabilidad de correspondencia.
—¿Por qué estas tan seguro?
—Kagome fue marcada por Sesshōmaru como su legítima hembra. Así lo anuncia la luna menguante tatuada sobre su piel. Una condición que imposibilita a cualquier hombre o macho a tocarla.
—Sabes mucho de este tema.
—Investigue lo suficiente.
—¿Viste la marca?
—Si. Se encuentra justamente entre su cuello y hombro de lado izquierdo.
—¿Cómo pudiste verla?
—No solo fui yo. También los demás sacerdotes, supervisábamos los baños, cambios de ropa, comida... todo. Y atisbar la marca fue la causa de su encierro.

Compadecerse de la guardiana probablemente hubiese sido en otros tiempos, no obstante ahora la movía el sentimiento de rencor hacia los seres que confundiéndola con ella le desgraciaron la vida. Las opiniones hacia Kagome las quería mantener bajo control, porque muy en el fondo la culpaba por escaparse y provocar todo lo que surgió después, ya que de no irse probablemente Kaede seguirá con vida y su mundo no estaría colapsando.

Regreso sus pasos hacia la escalinata. Sabiendo ahora en qué breñal se metía.

—Existe una cosa más que debo decirte —Kikyo se detuvo —quizás lo sabes ya pero de cualquier forma deseo cerciorarme.
—¿Qué?
—Estas embarazada.

Por Error (NarKik)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora