Mi mirada fija en el espejo del baño, viendo como un gran moretón comenzaba a formarse sobre mi pómulo. Manchas color rojo, morado e incluso verdes rodeaban mi ojo inyectado en sangre a un lado. Odio a Aimé, la odio.
—¿Porqué esto me tiene que pasar a mi? —sollocé, mientras las lágrimas comenzaban a caer por mis ojos.
Abrí la llave del agua fría y, juntándola en mis manos, me mojé el lugar dónde Aimé me había golpeado. Tiene la mano dura, pero no le llega ni a los talones a mi padre. Pensé. Dolía y ardía de una forma horrible. Lo malo, es que no había traído la crema que ocupaba para ocultar otras heridas y que lograba esconder moretones o manchas provocadas por los golpes que recibía. Bien, tendría que inventar una excusa por si alguien me pregunta. ‘’No miraba por donde iba y me golpee con un ventanal’’ ‘’Iba distraída y choqué contra una pared’’
Si, podría funcionar.
La campana del receso sonó por los pasillos, y yo me apresuré a salir, intentando que mi cabello castaño creara una cortina que apartara las miradas de otros estudiantes hacía mi rostro. Cada vez que pasaba al lado de alguna persona recibía insultos o empujones; ‘’Hola rarita’’ ‘’¿Qué te sucedió en el ojo?’’ ‘’Creo que Aimé te dio un buen golpe’’
Ignorando el dolor que sentía en mi pecho, caminé más rápido, yendo hacía mi casillero para sacar el libro que necesitaba para la siguiente clase. Al llegar, lo abrí y saqué el libro de Historia junto con una agenda y un lápiz para tomar apuntes. Después de cerrarlo, caminé hacía el aula. Cuando ya iba entrando, sonó nuevamente la campana que anunciaba el fin del receso, por lo que estaba asegurada que ésta estaba vacía. Me senté en uno de los asientos de al frente, al lado de la pared y ventana como siempre. Nadie tomaba el asiento a mi lado, ya que éramos pocos y sobraban al menos dos o tres asientos más en toda la clase. Era mejor para mi. A los pocos segundos, el aula comenzó a llenarse de a poco, primero entraron los inteligentes de la clase que eran dos chicos, Andrew y August. Luego entraron los chicos de la ‘clase media’’ de la escuela que era un grupo como de diez chicos y entre ellos, chicas. Luego los populares que entraban casi siempre de los últimos, Aaron era novio de Aimé, lo típico. Sus dos amigas iban atrás. Entraron cinco chicos más que formaban parte del equipo de la escuela, luego de ellos, entró el Sr. Adams, cerrando la puerta tras de si.
—Buenos días, alumnos —dijo, mientras hacía su camino hasta su escritorio dejando sobre él los libros e informes —Bien, antes de comenzar… —fue interrumpido por la puerta que se había abierto.
De allí, entró un chico de cabellos dorados, ojos mieles y piel blanca. Llevaba puesto unos jeans sueltos de un color azul oscuro, una camisa verde oscura y sobre los hombros una chaqueta de cuero. En una mano tenía varios papeles, lo que me daba a entender que era nuevo. Él caminó hasta el profesor y le entregó un papel. Intercambiaron unas cuantas palabras antes de que el Sr. Adams volviera a hablar: —Este es vuestro compañero nuevo. Vino desde Chicago a estudiar aquí en Nueva Orleans. ¿Cuál es tu nombre, muchacho? —preguntó el Sr. Adams.
—Justin Bieber.
—Bien, Justin, siéntate donde gustes —le dijo antes de ir a su escritorio y comenzar a leer unos papeles.
Justin miró distraídamente todos los puestos, hasta que su mirada calló firmemente hasta donde me encontraba yo, lograba verlo a través de mi cabello. Él caminó despreocupadamente hasta el lugar donde estaba sentada, para detenerse frente a él.
—¿Está ocupado? —preguntó, su voz ronca y gruesa.
Negué, mientras agachaba más la cabeza para que así el velo que formaba mi cabello fuera más largo. El se dejó caer a mi lado, mientras colocaba sus cosas sobre su mesa. Miré hacía los lados de mi cabeza, los jugadores se reían mientras me miraban, otro par reía por algo que había dicho Aimé, seguramente contando lo que me había echo. Quizás él también quería ser parte de este juego, y, ¿porqué no?