Nada queda oculto para siempre

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Una sana transcurrió lenta y tortuosamente.

Steve, a pesar de lo difícil que había sido todo este cambio abrupto en su vida y a pesar de que le dolía el pecho cada vez que pensaba en Tony y en lo que había pasado, había decidido tratar de enterrar sus sentimientos o por lo menos encerrarlos en un cofre con candado y salir adelante, concentrándose en su presenté, en liderar con sabiduría al equipo y en seguir obteniendo las mejores notas, para asegurar su futuro.

Había días en los que tenía ganas de tirar la toalla y acercarse a Tony, para verlo aunque fuese de cerca, pero Natasha y Bucky siempre estaban allí de alguna forma para mantenerlo lejos y a salvó.

Se había enterado que Tony le había estado buscando y su paranoia creció a niveles extremos, pensando que Tony ya lo había descubierto y planeaba revelarlo, para ponerlo en vergüenza, pero sus amigos le confirmaron que le estaba buscando a él y a un Omega misterioso con el que estuvo en la fiesta, por lo que pudo calmarse un poco, pero el miedo seguía allí, Tony no iba a olvidarlo para siempre y puede que en el momento no lo recordará, pero cuando lo hiciera, se iba a encargar de hacerlo pedazos.

******

Una semana había pasado y absolutamente todos y cada uno de sus días había sido un completo infierno.

Se pasaba los días buscando algún rastro del Omega misterioso y se la pasaba buscando y pensando en Steve, que era escurridizo y se escapaba con facilidad.

Y, para agregar un plus a su tortura diaria, había algo que tenía atorado en el pecho, un rumor que había escuchado por los pasillos y que temía con todo su corazón confirmar, pero que en el fondo sabía que era cierto.

Al parecer, en esa maldita fiesta, Steve había tenido sexo con alguien.

Escucho el rumor de las animadoras del equipo, quienes dijieron que habían visto chupetones en la pálida garganta del rubio.

Tony trataba de convencerse de que no era cierto, que era un error, qué tal vez solo era un chisme y que por eso no debía dejarse envolver.

Pero después de escuchar tantos murmullos con esa afirmación y después de escuchar de boca de varios que lo habían visto con sus propios ojos, la verdad caía sobre su pecho produciendole tremendo dolor, al saber que por su estupidez e impulsividad, Steve había terminado cayendo en las garras de otro.

De solo pensar que el inmaculado cuerpo de Steve había sido tocado por alguien que no fuese él, le llenaba de furia y celos, él amaba a Steve, debería ser el único con el derecho y el privilegio de poseer tal hermosura. Pero Steve no era suyo y él no tenía ese derecho, Steve podía tener a sus pies a quien quisiera, y ese alguien al parecer no era Tony.

Ese pensamiento, su dolor, angustia y la desesperación por encontrar a las dos personas que habían puesto de cabeza su vida, así como sus actividades diarias habían hecho de su semana un caos, teniendo muchas cosas por hacer, una pésima alimentación e intermitentes y escasas horas de sueño, que empezaban a dejar estragos en su cuerpo.

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Sus manos soltaban con impaciencia los botones de la camisa, para empujarla hacia abajo, mientras su boca besaba con pasión los rojos y carnosos labios de su amante que gemía de placer ante su toque y se derretía ante su aroma alfa y su propia excitación.

—mío, mío, mío, solo mío— murmuró contra la pálida garganta, mientras dejaba chupetones en el cuello, tratando de calmar a su alfa en el proceso, para que no fuese a marcarlo porque no era el momento, pero si que lo haría después, cuando estuviese en plenas facultades y pudiese reclamar ese derecho.

Se apartó brevemente del contacto, para retirar la camiseta interior, descubriendo lentamente aquel torso marcado y tonificado, los pectorales pronunciados y apetecibles, la pálida garganta cubierta con sus marcas, la firmé mandíbula, los labios apetecibles, rosados e hinchados, la nariz perfecto y la intensa mirada azul, ahora oscura por la lujuria, las hormonas, la excitación y el deseo, y terminando en el cabello rubio, suave y brillante.

—Tony...— murmuró el rubio con la voz cargada de deseo, mientras lo acercaba hacia sí mismo, llevando sus manos al botón de sus pantalones con impaciencia.

—Steve...— murmuró, imitando su acción, mientras lo besaba nuevamente, deshaciéndose de las últimas prendas de rubio y guiandolo a la cama.

Se despertó exaltado. Otro de esos sueños nuevamente, pero esta vez se sentía diferente, no se sentía como si fuera un producto de su imaginación, sino como algo... Real, como un recuerdo.

Se llevó las manos a la cabeza con desesperación y cerró los ojos, tratando de concentrarse en la noche de la fiesta.

Recuerda ver a Steve conversando con Lang, haberse llenado de molestia y celos al verlos hablando tan cerca y haberlos enfrentado, ofendiendo a Steve en el proceso, como siempre. Recuerda hacerse separado y haberse ido a beber, hasta que todo se puso borroso. Recuerda haber visto a Steve a lo lejos, bailando con Sam Wilson, recuerda haberse acercado... ¿Y haber bailado con él?

Se levantó rápidamente... Eso no lo recordaba, y no recordaba muchas cosas, pero... ¿Y sí y solo sí?

—¡Jar!— llamó al vacío.

—señor— respondió la voz de su IA con su particular acento inglés.

—¿tenias las cámaras activas la noche de la fiesta?— preguntó, mientras se ponía de pie y alcanzaba la mesa de su escritorio.

—si señor, tenía activas las cámaras de los corredores, el jardín, la entrada, el patio delantero, el comedor, la sala de estar, la cocina y las de las habitaciones— informó la IA.

—puedes mostrarme las imágenes de mi habitación y del pasillo que conduce a ella— pidió, tomando asiento y mirando como se desplegaban dos pantallas, reproduciendo las imágenes de cada una en simultánea.

—señor, las tomas que se lograron de su habitación son poco claras, debido a que mantenía la luz apagada y no había suficiente iluminación en la habitación— agregó la IA, mientras se reproducían las imágenes.

Claramente se veía que estaba con alguien, pero no sé veía exactamente con quién. Pero sabía que era un hombre, eso sí podía verlo en la imagen.

Frustrado, paso a las imágenes del pasillo y lo que vio en ellas le dejo completamente quieto en su asiento, mientras veía como se desarrollaba la situación que las grabaciones le mostraban.

Inmediatamente, todas las piezas cayeron en su sitio y los recuerdos regresaron a él como el agua de una quebrada baja al suelo.

No podrás escapar de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora