Salíamos del cine de ver una buena película, la tarde estaba fría pero nuestros cuerpos tibios, subimos al auto y en menos de una hora ya estábamos en nuestro departamento. Fuimos al cuarto a cambiarnos, mientras me desvestía, admiré la belleza de tu piel, aquellas curvas que solo yo recorría. Te besé, mientras permanecías de espaldas, acariciaste mi cabello mientras te mordía. Tenerte entre mis brazos me prendía, nuestros cuerpos tenían la distancia de nuestra ropa interior... Mis dedos recorrieron bajo tu cintura, jugué con tu vulva mientras jugueteabas en mi cuello, te quite el brasier y coquetee con tus pechos, una mano en tus senos y la otra bajo las caderas... El silencio de la habitación fueron cortados por tus leves gemidos... tus manos traviesas se metieron bajo mi boxer, movías tú mano arriba y abajo, sabías cómo me gusta.Te mordí el labio, duro... Despacio, lo suficiente como para gustar, pero no tanto como para lastimar. Te tiré a la cama y sobre ti, tomé tus manos con rudeza, mordí nuevamente tus labios y en un choque de miradas entré en ti. Entraba y salía... Tú ser con el mío, yo dentro de ti y recibiéndome, dos amantes uniéndose en el acto más arcaico y majestuoso de la naturaleza.
Nuestros labios se volvieron uno, con más intensidad penetraba, hasta llegar aquel punto donde ambos más disfrutamos. Entraba y salía, pero no era suficiente, ambos queríamos más... Más del otro, te tomé del cuello con fuerza, y con mi mano libre sujeté tu cadera. Tus gemidos fueron más fuertes, más altos. Después de un momento, te di la vuelta, te sujeté del cabello mientras te tendiste sobre tus manos y piernas, nuevamente entre en ti, me sentías pleno, profundo, intenso, te sentí plena, mía, toda mía... Acabaste y yo acabé, pero nuestros cuerpos, nuestra pasión pedía más, mordí tus nalgas y tú con cierta fuerza tomaste mi pene, moviste tú mano masturbándome, y te lo llevaste a la boca. Mientras lo hacías me regalabas una pervertida mirada, de esas que disfrutaba. Solo querías volver hacerme venir. Y así fue, sobre ti me vine. En venganza ante aquel ultraje, te arrecosté sobre la cama, mientras besé tus labios, descendía cuidadosamente, mordí tu cuello, jugué con tus pezones, una y otra vez... Y volví a bajar, abrí tus piernas, más despacio... Más lento, mi lengua fue el cincel y tú mi lienzo donde pinté. Sentías la tibieza de mis besos en medio de ti. Mis labios besaron los tuyos, aquellos dónde Apolo no ve. Me jalaste el cabello, presionabas mi cabeza, querías más y más te di... Un bello momento para ambos, tus gritos de placer eran mi alegría, besarte ahí mi orgullo y cogerte mi satisfacción.