El placer de estar en Francia.

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Narrador Omnisciente.

HOTEL THE PENÍNSULA...

—¿Cómo me veo? — Preguntó Rita, mirándose al espejo, curvando su cuerpo para verse mejor. Llevaba puesto un vestido de ensueño; Ángel Ocassio lo había diseñado. El bordado era un espectáculo: Corte largo, hasta cubrir completamente sus piernas tonificados. El escote era embriagador, denotando sus grandes pechos. La espalda estaba descubierta, y tenía adornos como zafiro originales alrededor del cuello. Era un color blanco puro, magestuoso y sin duda, le hacía justicia.

—Maravillosa, como siempre. — Respondió Miranda, observándola desde atrás. La mujer la miró a través del espejo, sonriendole con cariño.

—Debo admitir que Ocassio tiene un buen gusto — Retocó sus labios, apretandolos para esparcir el color rojo. — Ésta maravilla costó cinco mil dólares.

Miranda abrió los ojos.

—Una buena cantidad de dinero. — Dijo mientras se acercaba a ella, acomodando la parte trasera y baja del vestido. — No sé cómo puedes pagar tanto por un vestido que posiblemente no vuelvas a usar más en tu vida.

—Eso se conoce como lujos, Miranda. — Habló suavemente en respuesta.

—Estos lujos, no cualquier podría dárselos. Ni yo, que llevo trabajando para ti toda la vida.

—Supongo que tus prioridades son otras — Colocó sus argollas, y repartió un poco de perfume en su cuello. — Siempre debes lucir despampanante, al costo que sea.

Miranda rio.

—Es fácil decirlo cuando eres una importante diseñadora que gana más de medio millón de dólares, cada día. — Rita la miró seria. — No todas tenemos la dicha que tú tienes. — Se encogió de hombros y Rita no respondió.

El tema quedó allí, sin más. Pensó en cómo sería si ella no tuviera la fortuna que ahora tenía. Había trabajado tanto para lograrlo, que cualquier comentario despectivo era inaceptable para ella. Toda persona traza su destino, y había luchado tanto por conseguir su éxito a base de sacrificios.

Tomó una respiración profunda, y llamó a recepción para que avisaran a su chófer que ya podría pasar por ella. La estadía era magnífica, el hotel te proporcionaba muchos créditos, y tenía cierta ventajas.

—No me estás motivando.

Miranda le preguntó en voz baja: —¿Por qué dices eso?

—Tus lamentaciones me molestan un poco; debiste prepararte mejor si querías ser una mujer adinerada. — Ella frunce el ceño.

—¿A qué viene eso, señora Volk? — masculla, sorprendida y confusa. —Debería interesarle más el hecho de que ya sean las siete y media y aún sigas  admirandote frente al espejo. — Dice.

—Las siete y media. ¡Mierda!

—Tylor ya está por venir. — Recogió sus cosas para salir de la habitación. — Espero tengas una linda y deliciosa cena con esa joven universitaria.

Se movió despacio, despegando sus extremidades de la cama en dirección a la puerta. Antes de cerrar, volteó a ver a Rita quién seguía viéndose al espejo. Suspiró hondo, y pausado, para así cerrar la puerta con decisión.

Tylor había llegado en menos tiempo de lo esperado. Había acordado con Juliana encontrarse en el restaurante Saffari a las ocho. Ella siempre fue una mujer puntual y esa vez no sería la excepción. Tylor aparcó frente al lujoso restaurante. Habían luces encendidas, así que fue fácil divisar a las personas dentro del sitio. Mientras pensaba, el hombre le abrió la puerta del auto para que pudiera salir. Se inclina hacia adelante, primero mostrando sus lujozos y costosos zapatos de tacón alto y fino. Llevó a sus ojos los peculiares lentes de vista.

Prohíbida Tentación || °Juliantina||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora