Capítulo 1

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—¿Por qué estás luchando en contra de esto?

Valentina miró a su mejor amiga con frialdad por encima de su taza de café, lentamente bajó las pestañas desestimando el comentario con una facilidad que la sorprendió.

—¿Por qué siempre tenemos que tener esta discusión? —Preguntó Valentina. 

—Porque no puedo soportar ver cómo te consumes de esta forma. —Le contestó Camila .

—Apenas me estoy consumiendo. —Refutó Valentina  apartando despacio los ojos de Camila y mirando como la noche estaba aproximándose por la ventana.

—Sabes perfectamente a lo que me refiero. 

—Sí, lo sé. —Afirmo Valentina dejando escapar un largo suspiro—. Sin embargo, no sé por qué es tan importante para ti. No todo el mundo es gay, Camila. Me gusta David. 

—¡No puedes estar hablando en serio! —Camila saltó de su silla de siempre para ponerse delante de su mejor amiga, bloqueando su vista de la ventana—. Él es un agricultor, ¡por el amor de Dios! Ni siquiera uno orgánico. Él probablemente vota por los republicanos.

Valentina se rió, y metió las piernas de forma más segura debajo de la mesa. 

—Estoy segura de que él lo hace. —Dijo con calma—. E igual todavía me gusta.

—Al menos Troye era un artista. Por lo menos tenías algo en común con él. —Camila continuó. 

—Sí, teníamos algo en común. Ambos preferimos a los hombres. —Dijo Valentina con indiferencia. 

—Al menos Troye fue lo suficientemente sincero para admitir finalmente eso. Tú todavía estás viviendo en negación con respecto a tu propia sexualidad.

—Camila, estoy harta de tener esta discusión contigo. Soy perfectamente capaz de tener amigas lesbianas sin ser lesbiana. Sé que encuentras esto difícil de creer, pero no todo el mundo es gay. —Sonrió a su amiga con suavidad—. Te acepto como eres. ¿Por qué no puedes simplemente aceptarme?

—Porque te conozco, por eso. Tienes treinta y tres años y un día de estos dejarás de intentar encontrar al Señor perfecto. —Camila la miró por un momento—. ¿Alguna vez te has mirado realmente en el espejo, Val? 

Valentina dejó su taza de café y la puso sobre la mesa sintiéndose fastidiada de tener siempre la misma discusión. 

—¿No deberías irte a tu casa? Lauren seguramente está preocupada por ti. 

—Lauren no regresará de la ciudad hasta tarde. —Le notificó Camila—. Y no cambies de tema. Yo he estado allí, Val. Dios, cuando me encontré atraída por otra mujer, casi me volví loca. Salí con una docena de hombres, me acosté con la mitad de ellos y me convencí de que estaba enamorada de uno de ellos.

—Ajá. Fui a tu boda, ¿recuerdas?

—Por supuesto. ¿Por qué no me detuviste?

—Lo intenté. —Dijo Valentina recordando como Camila había llorado cuando le confesó que se había acostado con una mujer, y como ella había llorado una vez más cuando le dijo que se iba a casar. Valentina fue la única que trató de hablar con ella sobre ello. ¿Qué hizo ella al respecto? Ella sólo recordaba lo totalmente infeliz que era Camila y que le aconsejó que esperara unos meses antes de decidir cualquier cosa. Pero, Camila tuvo demasiado miedo como para esperar. 

Ahora Valentina deseaba no haberle dicho nada a Camila acerca de David. Ella sabía que su amiga sólo traería este viejo argumento. Tan segura como Valentina estaba de que nunca estaría en una relación lésbica, ella nunca le diría a Camila que encontraba poco atractivo en los hombres. Tal vez estaba destinada a vivir su vida sola, sin marido, pareja o alguien que la acompañe. Tenía treinta y tres años de edad y nunca había estado enamorada. Ni había estado cerca de estarlo, admitió. Y Camila tenía razón acerca de David, no tenían nada en común. No era más que un hombre atractivo que le había pedido salir y que había encontrado su compañía aceptable. Eso era todo. No iba a acostarse con él. Ella no ha compartido su cama con nadie en mucho tiempo. Eso fue algo más que la desconcertó. Ella no tenía ningún deseo sexual. Ella sufrió a través de los pocos besos que le permitió a sus citas, pero siempre terminó las cosas cuando sintió que el siguiente paso llevaría a la cama. Y eso era algo más que ella no le diría a Camila.

—Es todo debido a tu padre, ¿no es así? 

—Vamos, Camila, por favor. Ya hemos ido por ese camino. Cien veces. —Agregó—. Que me haya condenado, no quiere decir que él repudie a su propia hija. 

Valentina se imaginó a sí misma diciéndole a su padre, el reverendo Carvajal que ella era lesbiana. Eso en definitiva enviaría a la muerte a su progenitor. O a la enviaría a la tumba mas bien a ella. Pero eso no importaba. No era como si fueran cercanos. No era como si ella confiara en él o algo por el estilo. Él era sólo la única familia que tenía. 

—Él ya me ha condenado, sólo por vivir aquí. Y por mi profesión. 

Camila suspiró y levantó los brazos en derrota.

—¿Cuánto tiempo hemos sido amigas?

Valentina sonrió. 

—Doce años. 

—Trece. —Corrigió Camila—. Ni siquiera habíamos cumplido veinte aún.

—Ambas estábamos muriéndonos de hambre. —Añadió Valentina. 

—Como ahora que somos artistas famosas. —Dijo Camila con un tono sarcástico.

—Nosotras casi nunca nos morimos de hambre. 

—Así es. Lo hemos hecho bastante bien.

Valentina volvió a relajarse, agradecida que la conversación se estaba alejando de su vida personal.

—¿Cuántas piezas vas a traer a la exposición de próxima semana? — Preguntó Camila. 

—Tengo siete u ocho piezas grandes que están listas. O al menos están mucho más listas que las piezas en las que todavía sigo trabajando, pero a esas las voy a guardar para la feria que hay en Octubre. —Le dijo Valentina—. No estuve ni cerca de hacer las suficientes para siquiera lograr conseguir las ganancias que genero normalmente en la feria del año pasado.

—Bueno, si dejarás de hacer las pequeñas baratijas y te concentrarás en las esculturas, podrías tener una buena exposición.

—Sí, pero las cosas pequeñas son las que pagan las cuentas. —Valentina le recordó.

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Recuerden que esto es una adaptación y esta obra no me pertenece. 

Gracias por leer. 

Artist's Dream (JULIANTINA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora