Acariciar las Espinas. ONE-SHOT

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Aquella mañana Ayato se sentía como la mierda, literalmente.

Para empezar había despertado con un dolor de cabeza inmenso; los ojos también le ardían pero menos mal que usaba cortinas negras en su ventana y por ende la luz del sol no empeoró su molestia, su cuerpo se sentía pesado, los parpados se negaban a mantenerse abiertos, ¿y lo peor? Nada de eso importaba cuando debía cumplir sus deberes matutinos en Aogiri.

Se levantó de la cama pesadamente soltando una maldición.

—Joder, joder... —repetía una y otra vez mientras se ponía los pantalones, las calcetas, las botas, la camiseta y la sudadera.

¡Maldición! ¡¿Qué era eso?! ¡¿Acaso estaba lloviendo?!

El sonido del agua cayendo lo alarmó, ¿era en serio?

Fue hasta la ventana y abrió un poco las cortinas un poco. El cielo se le veía nublado; el vidrio de la ventana estaba empapado por la humedad y aunque realmente eran las 6 de la mañana (el reloj eléctrico al lado de su cama se lo decía), hacía frío y estuviese lloviendo allá afuera como si se aproximase el segundo gran diluvio en la historia, eso no lo exoneraría de sus tareas.

Volvió a maldecir.

...

—Ayato... no te ves bien, ¿estás...?

—Estoy bien —espetó él a Tres Filos Miza quien lo dejó continuar con su trayectoria hacia el jardín.

Si tenía suerte, Tatara y Eto no se encontrarían en el edificio; Takizawa tampoco (ojalá el imbécil ex humano esté jugando con Eto); Naki y los Trajes Blancos era más que obvio que estarían haciendo su turno de guardia y Miza evidentemente había regresado de conseguir algo de comida y un poco de información del Distrito 1.

Noro siempre procuraba estar en quién sabe dónde por lo que éste no le preocupaba en lo absoluto, y Hinami tal vez se hallaba leyendo bajo el techo de vidrio.

Sí, ahí se encontraba... y con una taza de café humeante encima de la mesa donde ella estaba sentada.

Se lamió los labios.

Sin invitación alguna (como si la necesitase), Ayato se sentó con ella y tomó la taza.

—¿Me he perdido de algo? —preguntó tomando un sorbo sin la aprobación de su dueña.

En un principio el que Ayato se tomase tantas libertases para con ella había puesto a Hinami entre la espada y la pared sobre si debía (y podía) reprochárselo o no. Pero después de un año y poco más viviendo con él, Hinami ya estaba más que acostumbrada a sus pésimos modales. Y siendo él su superior no es como si ella estuviese en posición de negarle algo o regañarle cuando Ayato era un tipo muy volátil y fácil de ofender.

—Nada anormal —musitó sobre las páginas del gran libro—; aunque el clima le molestó, Takatsuki-san tuvo que salir a atender algo respecto a su editora, Tatara-san la acompañó. Noro-san y Takizawa-san también se fueron, no sé a dónde. Y el resto tenemos órdenes de mantener el orden en el edificio.

—Ya veo... entonces regreso a dormir.

Tomó otro sorbo de café y dejó la taza retirando su temblorosa mano de la mesa antes de levantarse.

—Ayato... ¿te sientes mal? —la voz de Hinami sonó en eco adentro de su cabeza.

Comenzando a tambalearse sin dejare de arrastrar los pies, Ayato soltó un débil graznido.

—¿Qué dices, tonta? Yo siempre estoy...

Nada más oír el sonoro estruendo del cuerpo de Ayato cayendo al piso hizo que Hinami soltarse el libro y fuese corriendo hasta él.

𝑨𝒄𝒂𝒓𝒊𝒄𝒊𝒂𝒓 𝒍𝒂𝒔 𝑬𝒔𝒑𝒊𝒏𝒂𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora