Extra 3

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Era un noche plácida

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Era un noche plácida.

De esas noches extrañas donde, al terminar sus deberes como Señores de Pico, encontrándose en su hogar, cenar y charlar, no terminaban el día con una o más rondas de sexo.

Sólo se recostaban, uno junto al otro, y reanudaban su conversación; incluso podían mantenerse el silencio, cada uno en sus propios pensamientos, disfrutando sólo con tener a su pareja a su lado.

Esta vez se trataba del segundo caso.

Shen Jiu leía, apoyando su espalda en el pecho de Liu Qingge, quién se dedicaba alisar su cabello.

Podía sentir los dedos de Liu Qingge deslizarse con suavidad, tratar las hebras con cuidado. A Shen Jiu le gustaba ser capaz de experimentar la ternura del Dios de la Guerra; tener a tan temidas manos tratándolo con delicadeza, mimándolo sin pedírselo, amándolo con todo su ser... Shen Jiu era tan feliz por tener a Liu Qingge consigo.

Liu Qingge, por supuesto, tenía la misma opinión.

Para él, que tal hombre se permita olvidar su cara gruesa en su presencia; deshacerse de todas sus defensas; recibir tales caricias íntimas... Saber que era el único a quien Shen Jiu le permitiría esos privilegios lo enamoraba aún más.

Sin embargo, los últimos días se había percatado de algo: había un privilegio que no compartía. Exclusivo para otra persona.

O, al menos, sólo una persona se atrevía a cometer tal llamado. El resto sólo podía imaginarse a sí mismos sufriendo las consecuencias de seguir tal ejemplo.

Pero Liu Qingge no era como el resto para Shen Jiu; entonces, sí él lo intentaba, debería de estar bien, ¿no?

Las yemas a punto de pasar a la hoja siguiente se detuvieron con la pronunciación de dos palabras familiares, pero de labios de los que no deberían de salir

—Xiao Jiu.

Liu Qingge sintió el cuerpo de Shen Jiu tensarse. El silencio subsiguiente era definitivamente más pesado e incómodo del vívido diez segundo atrás.

Liu Qingge no se atrevió a respirar ahora. ¿Tan mal era ser llamado de esa forma por él?

—No me llames así...

Al parecer, sí.

Un intenso malestar se acumuló en su pecho. ¿Por qué Yue Qingyuan podía mientras que él no?

Envidia, celos dirigidos a su Líder de Secta despertaron, otra vez.

Porque sí alguien más estaba en el corazón de Shen Jiu, esa persona era, definitivamente, Yue Qingyuan.

Y estaba bien, Liu Qingge no era posesivo a tal grado que quisiera monopolizar otras relaciones de Shen Jiu.

Confiaba en Shen Jiu. Creía en el amor que le era dedicado. Se entregaba ciegamente a las palabras y momentos cariñosos entre ambos, sin dudar un instante de su veracidad.

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora