25.- Lissaendra descubre que los hombres también mienten

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Porque soy solo una chica, pobrecita de mí,

no me pierdas de vista,

soy solo una chica, bonita y chiquita,

así que no me permitas tener ningún derecho,

oh, estoy harta de todo (*)

Habían pasado unos días desde que Abdel se fue en busca de respuestas entre los hechiceros

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Habían pasado unos días desde que Abdel se fue en busca de respuestas entre los hechiceros. Los mismos días que ella pasó encerrada en su habitación fingiendo sentirse indispuesta. A Abdel le pareció una buena idea, y hasta la princesa Liss estuvo de acuerdo con él. Ariel estaba dispuesta a fingirse enferma hasta que regresara Abdel, pues seguía enojada desde aquella tarde en la que se enteró que a Francis le gustaba Linet. O al menos ella lo interpretó así, y Lissaendra también.

Ni siquiera quiso recibir visitas. El rey y la reina solo mandaron a preguntar a través de sus siervos el estado de salud de la princesa, pero los demás fueron insistentes. Primero Francis, quién intentó varias veces pedirle disculpas a su prometida por el mal entendido. Luego Carine, que según mandó a decir, se sentía profundamente arrepentida por haberla incomodado. Y como no se le dio la gana de verle la cara a ninguno de los dos, finalmente enviaron al vizconde Eric a intervenir por los dos. No quiso recibirlo, pero como el coso ese iba todos los días a preguntar por ella, Ariel acabó por cansarse y pidió que lo dejaran pasar para que deje de molestarla.

Eric entró preocupado, y como ella no era muy buena engañando a la gente, pronto se dio cuenta que en realidad nunca estuvo enferma. A ella no le importó, seguía enojada con el príncipe y hasta con Carine, pero Lissaendra dijo que moría de vergüenza.

"Liss, tú ya estás muerta. No te puedes morir de nuevo, y menos de vergüenza", le dijo una vez Eric la dejó sola.

"¡No seas boba, Ariel! Es una forma de expresarse. Tengo vergüenza, y tú también deberías sentirla. Ahora el vizconde Eric le dirá al príncipe que su prometida es una mujercita engreída y que no quiso recibirlo por un berrinche", le dijo alarmada.

"No era un berrinche, estábamos molestas con él".

"Pues no debí dejarme llevar por el enojo. Una princesa siempre debe estar disponible para los deseos de su príncipe. No podía apartarlo, tuve que aceptar sus disculpas como la dama educada que se supone que soy. Quiero decir, tú debiste hacer eso. Y yo debí decírtelo."

"Pero Liss, ¡él nos engañó! Nos ha tratado como si nos quisiera, hasta tú creíste eso, pensaste que él se estaba enamorando de Lissaendra de Albyssini. ¿Por qué iba a disculparlo tan fácil? No es justo para ti", le contestó Ariel sintiéndose algo irritada.

"Eso no importa, Ariel. Los deseos de los hombres siempre son primero. Tienes que aprender a aceptarlo". Ariel suspiró hondo. Esas cosas empezaban a sacarla de quicio.

Maldita sirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora