La misma mierda de todos los días.

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Narra Tomas:

 Hoy es 10 de mayo de 1985, vivo en un pequeño departamento de New York la ciudad a la cual me mudé hace una semana apenas, lo único bueno de esto es que tengo una tienda de Starbucks al frente y no tendré que mover muchos de mis músculos para llegar hasta ella. Ya es algo tarde para llegar a mi primer día de trabajo, son las 11:37 y se suponía que debía haber llegado hace 4 horas pero nunca me levanto temprano ni para ver a mi familia, iba a trabajar como corredor de bolsa pero veo que al parecer el viento no sopla a mi favor, mañana tendré que ir a buscar un nuevo empleo puesto a que dudo mucho que después de un retraso de 4 horas me vayan a dejar continuar trabajando ahí, me moveré e iré directamente a Starbucks y me tomaré un Pike Place para este día tan tranquilo y desafortunado que me ha tocado vivir. Mientras camino hacia aquel local no es difícil notar que muchas personas se me quedan observando, quizá sea porque tengo más de 12 huecos en mis pantalones o tal vez porque tengo un aspecto físico similar al de un ladrón sin vida social, realmente no me interesa lo que los demás puedan llegar a pensar sobre mi aspecto físico, me siento muy bien conmigo mismo y eso es lo único que me importa. Llego al local y pido mi Pike Place, al momento de sentarme noto que el local está vacío, más de lo usual, es realmente extraño puesto a que estos lugares están casi siempre llenos debido a la llegada de esos malditos Hipsters que por cierto no me caen para nada bien. Al momento de tomar mi café noto que al frente mío está sentada una mujer, no se le nota el rostro ya que está de espaldas a mi, observo su cabello y es hermoso, unos hermosos rizos castaños claros, tenía el cabello muy largo, tan largo que era imposible de creer, usaba una chaqueta negra de cuero con unos tacones bajos de un color negro, un poco sucios por el barro ya que ayer estuvo lloviendo, y en ese momento quise hablarle pero no tenía el valor, no sabía qué hacer, estaba totalmente encantado con su persona. Pasó 1 hora y yo no había tocado mi café, quería hablarle y mi afán con ello era enorme, de repente pude ver que se levantó y se dirigió hasta la puerta del local para marcharse, he sido un idiota al no hablarle antes de que se fuera. Ya han pasado 12 minutos desde que salió del local y me siento un completo idiota por no haberle dirigido ni una sola palabra. Entonces pensé en voz alta:


Espero tener la suerte de verle mañana nuevamente, por igual espero que la vergüenza no se adueñe de mi ser. 


La Historia del LocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora