Tenemos un pequeño problema.

1.2K 106 33
                                    

Helga había regresado...Bueno, no era "Helga" precisamente.

Creo que había notado la presencia de la reencarnación de Miguel ¿por qué nadie se había dado cuenta? ¿por cuántas vidas pasó para que terminaramos coincidiendo en ésta  vida?

No paraba de pensar en eso ni un instante, realmente era un tema que me preocupaba mucho, si Alessandro y los demás se enteraban...si mis hijos se enteraban...peor aún ¿Qué iba a pasar si mi padre se enterara? Bueno, creo que él ya lo sabía...Él siempre termina sabiéndolo todo.

El timbre sonó y mis compañeros se apresuraron a salir del salón de clase, yo seguía sentada en mi pupitre divagando, pensando en cuáles serían los motivos por los cuáles Miguel había reencarnado ¿si regresó significa que podía salvarme de mi maldición? ¿podría salvarme y tener una vida normal sin tener que esconderme del sexo opuesto?

Recogí mis cosas y salí del salón, Lars estaba esperándome afuera, tenía una mirada monótona y sonreía ligeramente al esperarme.

-¿Por qué me esperaste? ¿pasó algo?.-pregunté un poco confundida.

-¿Acaso debo pedirle permiso a alguien para esperar a mi esposa?.-contestó con una ligera malicia.

Me sonrojé y comencé a caminar por el pasillo, mientras Larimón caminaba a mi lado.

-Hoy no llegaré a casa, los chicos de mi grado harán una fiesta e iré, si no voy se pondrán como locos y...

-Quieres ir a beber un poco ¿Verdad?.-interrumpí.- Ve, está sería tu primer fiesta en ¿doscientos? ¿trescientos años?.- comencé a reír burlonamente.- Desde que nos casamos no sales a alimentarte, o al menos no me lo dices...

Larimón era un incubo, a veces solía olvidarlo, para mi seguía siendo aquél demonio de hielo que nunca había salido de ese pequeño bosque...sin poder expresar lo que sentía realmente...tan frío, tan sólo...

-Me alimento de algunas chicas de mi clase, recuerda que no es necesario tener sexo para alimentarnos ¿o acaso quieres compartirme, mi princesa?

Mi corazón comenzó a palpitar fuerte...seguía poniéndome tan nerviosa cómo la primera vez, el seguía siendo mi primer amor después de todo.

Me abrazó por detrás y comenzó a hablarme al oído.

-puedo alimentarme de ti si quieres mi princesa...puedo hacerte lo que quieras.

Comenzó a besarme el cuello...a juntar su cuerpo con el mío, me dio la media vuelta y me besó apasionadamente...

El timbre volvió a sonar, teníamos que entrar a la penúltima clase.

-Te veré mañana temprano princesa, recuerda que eres m...

-Recuerda que eres nuestra, Amber.

Alessandro interrumpió, rodé los ojos y continué caminando.

-Sí Alessandro, siempre tuya, siempre de Trevor...siempre de Lars. Siempre de ustedes, hasta que mi maldita alma regrese al infierno.

-O al cielo pequeño engendro.-interrumpió Azael burlonamente.

-¿Qué hace aquí Azael?.-preguntó Alessandro con severa formalidad, cosa que me sorprendió mucho puesto que es Alessandro de quién estamos hablando.

Recordé que mi esposo (quién es el más informal de los tres) poseía cierto respeto por las jerarquías, había olvidado que Alessandro en su primer  vida el fue un miembro de la Aristocracia, al igual que Trevor.

Azael no respondió a la pregunta, intuí que algo malo ocurría o estaba por ocurrir.

-¿Azael que ocurre?.-Pregunté con timidez

-Necesitamos ir al infierno Abrahel, tu padre se ha enterado de la reencarnación y no lo ha tomado de buena manera, he venido a traerte.-contestó seriamente.

Realmente me preocupaba, mi padre no es del tipo de Demonio que suele sucumbir a la preocupación, tristeza, enojo o desesperación a menos que sea algo muy severo.

Me dí la media vuelta y les encargué a Alessandro y Larimón de avisarles a los demás que no estaría en casa un par de días. Seguramente alguno de ellos iría a verme. Aunque no son muy  fans de ir al infierno, les parece muy aburrido y no tiene conexión a Internet (por desgracia)

...

Llegamos rápido, en cuánto llegué corrí por los pasillos del castillo hasta llegar al estudio de mi padre.

-Padre ¿qué pasa?.-pregunté acordándome a él, estaba de espaldas, por lo que no podía ver su expresión.

-Él regresó ¿verdad?.-preguntó en voz baja.

-Así es, aún no sé que quiere decir que él haya reencarnado después de mucho tiempo ¿estará tramando algo esa persona?

-¿Mí "querido" padre?.- dijo en tono despectivo.- Él siempre está tramando  algo, de todos modos yo ya sabía que Miguel había reencarnado Abrahel, éso no es por lo que te mandé a llamar.-comenzó a reír ligeramente.

Maldita sea, volví a caer en una de sis típicas mentiras...

-¿Qué pasa?.-pregunté

-Necesito que vayas con tu madre, hay algunos problemas entre nosotros y tengo prohibido verla.- hizo una mueca cruel haciéndome entender que mi madre estaba loca. Y sí, en efecto lo estaba.

-No quiero meterme en sus problemas, y sabes que yo veo muy pocas veces a mi madre.-contesté voz monótona.

-Por favor Abrahel, si no lo haces iré al mundo y me quedaré ahí el tiempo que sea necesario hasta que ella me busque.

Ya tenía demasiados problemas como para soportar a mi padre, él es demasiado problemático para un lugar tan pequeño como el mundo humano, suspiré con pesar y lo miré fijamente.- Está bien, iré, ¿Qué debo decirle?

-Dile a esa perra, que me devuelva las tierras que me robó, o si no comenzaré a matar a cada diablesa y súcubo que haya creado...

-¿Es en serio padre? ¿Qué rayos está pasando?.-pregunté desesperada, una guerra interna sería un problemita que nos perjudicaría a todos.

-Sólo ve rápido y podrás regresar al mundo humano con tu familia.-me ordenó mientras se levantaba de su asiento y se retiraba de la habitación. Me encontraba molesta, mi padre y su actitud infantil, siempre echando a perder todo ¿cómo la gente podría temerle a un Ángel caído que se comporta peor que un adolescente caprichudo?

Me apresuré en ir con mi madre, tuve un  ligero presentimiento  que los problemas apenas estaban comenzando.

Cómo desearía haber estado equivocada.

Mi maldición y yo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora