Capítulo 3: El monasterio en Bucovina

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El padre de Natasha regresó al día siguiente de su viaje. Afuera de Bucovina el mundo se había vuelto loco y era cuestión de tiempo para que los rusos o los turcos  caminaran con sus conflictos nuevamente a la región. Por el momento el movimiento bélico  estaba en calma y solo más al sur la situación estaba tensa.

Natasha ayudaba en la cocina cuando su padre llegó y al verle fue tal su emoción que se le cayó un cazo con patatas que rodaron por el suelo.  -¡padre mío has regresado!- exclamó  Natasha echándose  a sus brazos, su padre le abrazó afectuosamente y le besó la frente.

-hija mía,  que bendición verte sana y salva, me han contado vagamente  lo acontecido por la noche. Debo asegurar que aún estoy angustiado y sumamente molesto contigo pero en estos instantes saber que estas bien, basta para tranquilizar mi viejo corazón-

-lo siento padre, siento haber desobedecido tu orden de no salir pero los enfermos necesitaban de esa planta y sé que ha valido la pena correr el riesgo-

-no lo sientas hija mía, los actos de misericordia no siempre concuerdan con los actos de razón, pero cuéntame de nuestro nuevo huésped, me tiene intrigado, se por el Doctor  Quentin  que fue atacado por la bestia y que le has salvado la vida valerosamente, ¿se encuentra mejor?-

-le he llevado el desayuno hace un par de minutos,  ha venido caminando desde Transilvania entre los Cárpatos… si le hubieras visto como le vi yo en el bosque, estaba al borde de la muerte-dijo Natasha mientras los ojos al describir el estado del chico cambiaban hasta llegar a la  expresión del pánico.

-tranquila hija que ya está a salvo y si dios nuestro señor se lo permite se recuperara más pronto de lo que pensamos, que te parece si me acompañas con el joven para poder conocerle ¿sabes su nombre?-

-Edgar, padre. Su nombre es Edgar Constantine-

Cuando Edgar vio al señor Nicolae entrar en la habitación se sorprendió un poco, el Sr. Nicolae era un tipo de aspecto duro, tenía aproximadamente unos cuarenta y cinco años, era fornido de espaldas anchas y alto. El cabello era oscuro tapizado por la blancura de unas cuantas canas, su piel era morena clara como la de su hija marcadas por unas arrugas sobre todo en el área alrededor de los ojos castaños de una mirada profunda casi tan profunda como los de Natasha.

-buenos días- saludó afectuosamente el Señor Nicolae brindándole una amplia sonrisa -buenos días- le contestó tímidamente Edgar quien se encontraba semisentado en la cama cubierto por un edredón viejo, aun se le veía la debilidad en el rostro y los ojos un poco hundidos.

 -¿cómo se siente joven Edgar?, mi hija y algunas personas de aquí me han contado de su situación,  mi nombre es Ion Nicolae y soy el padre de Natasha –el señor extendió la mano al convaleciente y este le estrechó tan fuerte como pudo.

-aun un poco débil, pero agradezco  infinitamente la hospitalidad que me han brindado…yo no tengo dinero, ni pertenencias para pagar por esto, pero le prometo que en cuanto pueda pagare con mi trabajo hasta el último centavo.

-lo único que realmente nos preocupa joven Edgar, fuera de esas banalidades de la vida como lo es el dinero; es su pronta recuperación.  No quiero incomodarlo con preguntas, no es el momento al menos, pero me encantaría charlar con usted ya que se sienta mejor-

-es usted muy amable, señor  Nicolae será un placer-

-además mi Natasha no tiene nadie de la edad para conversar, y le vendrá bien un poco de compañía joven, entre monjes, religiosas, heridos y ancianos como yo, su preciosa voz se calla tanto que tiene por decir- terminó de decir el señor Nicolae,  Edgar sonrío y ella igualmente le sonrió con complicidad…iban a ser buenos amigos.

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